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Tlatelolco 68: 52 años de mitos

La aparición de historiadores que basan sus relatos en cifras y datos objetivos, más allá de creencias religiosas, ideologías políticas o intereses del grupo gobernante, puso fin a los mitos y leyendas como únicas referencias del pasado, sin embargo, todavía en el siglo XXI mitos siguen disfrazándose de la historia a través de novelas o relatos deformados de lo sucedido.

Si no hay narraciones objetivas, sin fanatismos, que lleven a reflexionar a las generaciones que no vivieron los acontecimientos, frases como “la matanza de estudiantes por el ejército el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco”, pueden convertirse en premisas indiscutibles para ese deporte hecho histórico.

Luis Pazos, autor de varios libros sobre problemas sociales de México, verdadero líder estudiantil en 1968, elegido democráticamente en su escuela, vivió ese movimiento como auténtico estudiante.

Pazos nos narra la historia de lo sucedido en Tlatelolco, sin pretender que se considere la verdad absoluta, pero afirma que su versión tiene más fundamento y lógica que la mayoría de las versiones recientes, las que según él están cargadas de compromisos ideológicos que distan mucho de lo realmente sucedido.

Centro de Investigaciones Sobre la Libre Empresa, AC

A 52 años, no hay pruebas indiscutibles de qué intereses servían quienes dispararon a estudiantes y soldados que se encontraban en la plaza de las Tres Culturas, desde los edificios colindantes, después de concluir un mitin convocado por el llamado Comité Nacional de Huelga.

Hay quienes culpan al presidente de la República, Gustavo Días Ordaz y al Secretario de Gobernación en turno, Luis Echeverría; otros, al ejército o grupos políticos que buscaban evitar la candidatura presidencial del Secretario de Gobernación. Sería pretencioso afirmar que tengo la versión definitiva de lo sucedido en el 68, pero si una hipótesis que parte de los hechos comprobados.

El 26 de julio de 1968, aniversario del asalto al Cuartel Moncada por Fidel Castro, considerado el Día de la Rebeldía Nacional en Cuba, se suscitó un pleito entre estudiantes en una preparatoria del Distrito Federal. Alguien dañado a los granaderos para supuestamente evitar que ese pleito colectivo causara daños alrededor de la preparatoria.

Al llegar los granaderos, un grupo de estudiantes estudiantiles los apedrearon y, según algunas personas presentes, hubo disparos. Los granaderos repelieron la agresión y golpearon a varios estudiantes.

Ese hecho con el que se inicio el movimiento del 68 fue tomado como bandera para que se formara un consejo estudiantil para pedir la destitución del jefe de la policía por enviar a los granaderos a golpear estudiantes. Se encontraron de heridos y hasta de muertos. Parecía como si muchas organizaciones de izquierda esperaran ese evento para lanzarse a las calles a organizar protestas.

A raíz de esos hechos se formó el llamado Comité Nacional de Huelga, el cual estaba integrado en su mayoría por estudiantes y seudo-estudiantes, que profesaban la ideología marxista-leninista, la que justifica la violencia como medio para llegar al poder.

En aquel entonces, yo era Presidente de la Sociedad de Alumnos de la Escuela Libre de Derecho y mi cuenta de varios líderes, identificados con la ideología marxista, manejaban importantes cantidades de dinero en efectivo y buscaban imponer una ideología más que problema estudiantil

En agosto del 68 llegó a mi escuela un grupo de “estudiantes” que encontraron ser del “Poli” y del Consejo Nacional de Huelga. Nos quisieron obligar a ir a la huelga. No aceptamos.

El movimiento tomo fuerza, pero la mayoría de los estudiantes que participaban en las protestas no sabían claramente era el fin. En aquel tiempo, una amiga me dijo que había asistido a una marcha. Le dieron una pancarta con una foto del Che Guevara. Le dije que si sabía quién era el Che Guevara o para qué era la manifestación. Me confesó que no. Unas amigas la habían invitado y le tuvieron emocionante participar. Como ella, muchos otros jóvenes se adhirieron a las protestas callejeras sin saber a quién estaban sirviendo.

En septiembre del 68, el Comité Nacional de Huelga, formado casi en su totalidad por células del Partido Comunista y Simpatizantes del Socialismo, se dio cuenta que ya casi no “jalaban” la gente a las manifestaciones y que no han extendido la huelga al sector obrero , tal como lo lograron ese mismo año los líderes del movimiento estudiantil en Francia, del cual se tomaron varias estrategias para movilizar estudiantes y bloquear calles.

En septiembre, un mes antes de las Olimpiadas, el movimiento estaba muriendo y uno de sus objetivos, boicotear ese evento para llamar la atención de la prensa internacional, parecía que no lo lograría. Las Olimpiadas se iniciaban el 12 de octubre de 1968.

Al otro día, se dio la famosa “matanza de Tlatelolco”, que a 52 años de distancia se ha convertido en un mito que todavía utilizan algunos izquierdistas como bandera para mostrar violaciones a los derechos humanos cometidas por el ejército y gobierno mexicano contra los estudiantes.

¿Qué sucedió en Tlatelolco?

El gobierno también tenía información de que tuvimos provocaciones, sin saber exactamente como se darían; por lo que envío al ejército para rodear la plaza y evitar enfrentamientos. Llegaron cientos de estudiantes al mitin y los oradores del Comité Nacional de Huelga iniciaron sus discursos.

El general José Hernández Toledo, quien iba al mando de los soldados, había sufrido el peligro pasado y reportó una parte “sin novedad”. Tomó un megáfono y comenzó a decirles a los estudiantes que se retiraran, que ya había terminado el mitin. De repente, desde los edificios que rodean la plaza de Tlatelolco, comience a escuchar disparos de ráfaga de ametralladora sobre soldados y estudiantes.

De los primeros en caer herido en una pierna y en el tórax por los disparos de ametralladora fue el general Hernández Toledo. Varios estudiantes y soldados cayeron víctimas de esas ráfagas. Hay fotos que vieron a los soldados disparando hacia arriba, hacia las azoteas desde donde venían los disparos, no a los estudiantes que estaban junto a ellos. Recuerdo una foto de un soldado cubriendo con su cuerpo a una jovencita de los disparos. Para ese entonces los líderes y oradores ya se habían retirado de la plaza.

Me reuní con mi amigo, el que me había dicho que no fuera. Él sí estuvo en el mitin, pero se retiró junto con los oradores. Me confirmó parte de lo que aquí describo. Debido a la matanza pensó romper con los grupos trotskistas a los que frecuentaba.

A los pocos días de un grupo de estudiantes de la Escuela Libre de Derecho me fueron a pedir que, en mi personaje del Presidente de la Sociedad de Alumnos, suspendiera las clases y nos declararamos en huelga por las víctimas de Tlatelolco. Mi respuesta fue: “si me dan el nombre de un líder importante del Consejo Nacional de Huelga que haya muerto en Tlatelolco, cierro la escuela”. No tuve respuesta.

Tiempo después platique con el periodista y escritor peruano Eudocio Ravines, quien fue recibido en Moscú como héroe de la Internacional Socialista por su lucha en pro del marxismo en América Latina. Desempeño varias misiones encomendadas personalmente por Stalin en México, España y Chile.

En un manual titulado “La Psicopolítica”, escrito por Beria, texto de cabecera de muchos extremistas, claramente definido que había creado víctimas para darle vida y fuerza a un movimiento.

Esa misma estrategia – me dijo Ravines – la había usado en Sudamérica cuando era activista del Partido Comunista.

Los ganadores del 68

El movimiento del 68 en nada benefició a los estudiantes, lo comprobamos claramente a 51 años de distancia. Varios líderes del Consejo Nacional de Huelga, los más sinceros, no consiguieron nada para ellos ni lograron algo para los pobres, desposeídos o trabajadores.

El presidente Luis Echeverría en un afán conciliatorio y para evitar nuevos enfrentamientos como los del 68, invitó a colaborar en altos puestos del gobierno o como asesores, varios intelectuales de izquierda que apoyaron al movimiento.

La masacre de estudiantes en Tlatelolco solo sirvió para incorporar al gobierno de Echeverría a un grupo de académicos e “intelectuales” de izquierda. Los frutos de las políticas recomendadas por ese grupo a Echeverría fueron las inflaciones y devaluaciones de los años 70.

En Chiapas, la misma estrategia.

Una foto, publicada en enero de 1994 en varios medios de comunicación, nacionales e internacionales, del cadáver de un humilde indígena en el suelo, junto a un gran charco de sangre con un rifle de palo, sirvió de sostén para crear la imagen de represión y alevosía del ejército en el conflicto en los altos de Chiapas.

Al observar de cerca el rifle, se cumplió el dicho popular de “lo mandaron a la guerra sin fusil”. La supuesta arma con que enviaron a la guerra al indígena era un pedazo de palo que a lo lejos tenían un fusil, en la punta tenía amarrada una hoja de machete que simulaba una bayoneta. Esos indígenas fueron los que iban al frente de los ataques a los cuarteles del ejército. Y aunque ellos no dispararon, fueron los primeros en caer, cuando los soldados repelieron la agresión de guerrilleros bien armados, algunos de ellos centroamericanos, que estaban atrás de los indígenas.

No se necesita ser un analista militar para deducir qué indujeron y mandaron a esas personas indefensas a atacar los cuarteles, ocupar poblados y resistir los ataques del ejército, son los principales responsables de sus vidas.

En enero de 1994, varios periódicos publicaron fotos que son claramente dos contingentes armados entre los miembros del “Ejército de Liberación” en Chiapas. Los indígenas que iban al frente, muchos de ellos con armas de mentiras o palos y los de la retaguardia, armados con metralletas, granadas y “walkie-talkies”.

A los guerrilleros bien armados y entrenados, el historiador Enrique Krauze los llamados “los de arriba”. Ese sector, que aludía como objetivo instaurar el socialismo, la diferenciación de los indígenas caídos, el que Krauze ha llamado “los de abajo”, el enrolado por los teólogos de la liberación en la diócesis del Obispo Samuel Ruiz, bajo la enseñanza de que luchando por una causa querida por dios. (Véase el libro ¿Por qué Chiapas?, Publicado por Editorial Diana en 1994)

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Uno de los objetivos del enfrentamiento en la era chiapaneco generó muertes de indígenas, para que luego se distribuyó, como sucedió, fotos de cadáveres de indígenas con palos en forma de rifle y se dijo que el ejército mexicano con tanques y aviones, masacró indígenas, cuya única defensa eran fusiles de mentiras.

Esa estrategia se les revirtió a los socialistas violentos, pues estaba clara, a pesar de la desinformación, la descarada fabricación de víctimas para crear una imagen de represión y desacreditar a México como una zona de inversión y revertir el Tratado de Libre Comercio con EUA y Canadá, que entró en vigor específicamente el día del ataque a los cuarteles por guerrilleros marxistas, que llevaban como escudos a indígenas con rifles de palo.

También sospechamos que antes de iniciar el levantamiento supuestamente “indígena” y que el ejército responde a los ataques, ya se encuentran en San Cristóbal varios organismos y observadores, principalmente de EUA, defensores de derechos humanos, pero identificados con las ideologías humanas movimientos socialistas, listos para acusar al ejército de violación de los derechos humanos.

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas pasó de eficiente, pues invitó con anticipación a varios corresponsales extranjeros a presenciar un enfrentamiento donde violarían los derechos humanos de los indígenas. Un corresponsal del New York Times se vio en San Cristóbal desde el 27 de diciembre, tres días antes de iniciar el conflicto.

En Chiapas habían representadas 140 organizaciones “no gubernamentales”, defensoras de los derechos humanos. 250 corresponsales extranjeros desfilaron en el mes de enero.

Nos preguntamos: ¿por qué los organismos de derechos humanos no condenaron a quienes enviaron a morir a indígenas indefensos y quiénes sabían de antemano que tenían indígenas muertos?

¿Cómo colocar los defensores de los derechos humanos el hecho de colocar a un indígena con un rifle de mentiras frente a un ejército que acaban de atacar?

¿Quién es el criminal, el soldado que contestó al fuego o quién disparó al soldado y colocó al indígena sin armas frente al soldado?

Desde el punto de vista ético y moral: ¿quién es más responsable por la muerte del indígena de la foto, el soldado que materialmente le disparó, la catequista de la teología de liberación que lo convenció de la legitimidad moral de la lucha armada o el “Comandante” socialista que “lo mando a la guerra sin fusil”? ¿O los políticos y organismos, entre ellos sindicatos de los EUA, que apoyaron y magnificaron la prefabricada “rebelión indígena”, con tal de que revirtieran el TLCAN?

El obispo de Tapachula, Felipe Arizmendi, en la cual no hubo levantamientos, sino también en las mismas condiciones de pobreza que en la de San Cristóbal, en unas semanas de la matanza de los indígenas, que no tienen por qué ser perdón eran los guerrilleros Del EZLN, por haber lanzado a los indígenas un suicidio y como “carne de cañón”.

La misma estrategia, con algunas diferencias de método, los resultados en 1994 fue en 1968 para los representantes en los estudiantes.