He dedicado varios editoriales al tema de la gubernamentalización de la economía que se daría si López Obrador llega a la Presidencia, lo cual, en el mejor de los casos, nos llevaría de vuelta a los tiempos de Echeverría y López Portillo, que desembocaron en el estancamiento con inflación que padecimos en el sexenio de De la Madrid. Entre 1983 y 1988, en promedio anual, el crecimiento de la economía mexicana fue 0.39 por ciento (estancamiento) y el del Índice Nacional de Precios al Consumidor 86.7 por ciento (inflación), todo ello consecuencia de la gubernamentalización de la economía que se dio de 1971 a 1982, misma que empezó a revertirse en el gobierno de De la Madrid, reversión que avanzó con las reformas de la administración de Salinas de Gortari: autonomía del Banco de México, privatización de la banca, liberación comercial, tratados de libre comercio, etc., y del gobierno de Peña Nieto: reforma laboral, financiera, de competencia, de telecomunicaciones, energética (no menciono la fiscal porque esa no fue reforma sino contrarreforma), reformas que han dado como resultado una economía menos gubernamentalizada, con menor intromisión del gobierno en la economía, lo cual apunta en la dirección correcta, misma que debe mantenerse, tanto por motivos de justicia (respeto a los derechos de los agentes económicos), como de eficacia (reducción de la escasez y, por ello, aumento del bienestar).
Sin embargo, todo apunta a que, de llegar López Obrador a la Presidencia, no solo no se mantendrá la tendencia hacia una menor intromisión del gobierno en la economía, sino que esa intromisión se ampliará y profundizará, dando al traste con lo que se ha avanzado y, todavía más preocupante, impidiendo el avance que falta para conseguir el mayor dinamismo posible, y la mayor estabilidad posible, de la economía mexicana, y a dos pruebas me remito, ambas relacionas con los precios, que son una de las variables favoritas de los gubernamentalizadores, por lo tanto manipuladores, por lo tanto distorsionadores, de la economía.
Primera: la intención de López Obrador de fijar precios mínimos (por arriba de los precios de equilibrio) al maíz, frijol, arroz, trigo, sorgo, leche, carne de res y cerdo, pollo, huevo y pescado, lo cual, si realmente son mínimos, generará sobreoferta, que presionará los precios a la baja.
Segunda: la intención del senador Benjamín Robles Montoya, del Partido del Trabajo, integrante del bloque PT – Morena, de fijar precios máximos (por debajo de los precios de equilibrio) a los alimentos de consumo popular, lo cual, si realmente son máximos, generará escasez, que presionará los precios a la alza.
¿Qué tenemos? Dos pruebas de la intención de López Obrador y los suyos para manipular la economía, y hacerlo, de entrada, por donde más distorsiones generarían: los precios. ¡Cuidado!
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