Que un banco central sea autónomo quiere decir que el gobierno no puede obligarlo a producir dinero y dárselo para que lo gaste, lo cual es una condición necesaria para que el banco central no genere inflación, para que nuestro dinero preserve su poder adquisitivo.
Si un banco central produce dinero y se lo da al gobierno para que lo gaste, el mayor gasto gubernamental se traduce en una mayor demanda por bienes y servicios, y si la oferta no aumenta en la misma proporción y ritmo que la demanda, como sucede siempre que el gobierno recurre a la producción de dinero para financiar todo o parte de su déficit (la parte del gasto que no se financia con impuestos sino con deuda o con producción de dinero), el resultado es la inflación, tal y como sucedió en México.
Fue a partir del sexenio de Luis Echeverría que el gobierno empezó a financiar parte del déficit en sus finanzas con producción de dinero, práctica que se mantuvo hasta el sexenio de Miguel de la Madrid, y estos fueron los resultados. Inflación acumulada: en el sexenio de Echeverría (1970 – 1976) 123.98 por ciento; en el de López Portillo (1976 – 1982) 405.03; en el de De la Madrid (1982 – 1988) 3 mil 632.19; en el de Salinas de Gortari (1988 – 1994) 137.04; en el de Zedillo (1994 – 2000) 225.32 por ciento.
Al Banco de México se le otorgó la autonomía en abril de 1994, por lo que de entonces a la fecha el gobierno no puede obligarlo a producir dinero y dárselo para que lo gaste, condición necesaria para que el banco central no genere inflación. Sin embargo, en el sexenio de Zedillo, ya con el Banco de México autónomo, la inflación repuntó, pero no generada por el banco central, sino solamente permitida: el Banco de México se vio en la necesidad de permitir la salida de parte de las presiones inflacionarias que generó el tristemente célebre error de diciembre de 1994, sin lo cual la caída en la producción, el empleo y el ingreso hubiera sido mayor de la que fue (no tengo espacio para explicarlo).
Superado el efecto tequila (la estanflación de 1995), consecuencia del error de diciembre del 94 (la mala manera en la que se abandonó la banda de fluctuación del tipo de cambio), se empezaron a cosechar los beneficios de la autonomía del Banco de México, tal y como lo muestran las cifras. Inflación acumulada: en el sexenio de Fox (2000 – 2006) 29.03 por ciento; en el de Calderón (2006 – 2012) 28.33; en el de Peña (XII, 2012 – VIII, 2018) 24.01 por ciento.
Cierto, sigue habiendo inflación, y el principal problema es que el Banco de México lleva todo el siglo XXI fijando una meta de inflación del 3 por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error. Pero la inflación de la época autónoma no tiene nada que ver con la de la época subordinada.
Ante la evidencia empírica, ¿le quitamos la autonomía al Banco de México, tal y como lo proponen algunos diputados y senadores del PT y el PRD?
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