Un error generalizado es creer que las reservas de dólares del Banco de México, que al pasado viernes 4 de diciembre sumaron 194 mil 359 millones de dólares, son el respaldo del peso. No es así.
Si los dólares de las reservas del Banco de México fueran el respaldo del peso, el banco central tendría la obligación legal de entregar, a todo aquel que le presentara un peso, una determinada cantidad de dólares, que tendría que ser fija, obligación que el banco central no tiene.
Si los dólares de las reservas del Banco de México fueran el respaldo del peso, cada peso equivaldría, pongo un ejemplo, a veinte centavos de dólar, de tal manera que quien le presentara cinco pesos al banco central recibiría a cambio un dólar. En tal caso el peso equivaldría a veinte centavos de dólar.
Si los dólares de las reservas del Banco de México fueran el respaldo del peso, antes de producir un peso el banco central debería tener en sus reservas veinte centavos de dólar adicionales, con los cuales respaldar al peso a una equivalencia fija de un peso igual a veinte centavos de dólar, lo cual limitaría la capacidad del banco central para producir dinero.
Si los dólares de las reservas del Banco de México fueran el respaldo del peso, a razón de veinte centavos de dólar por peso, entonces sabríamos a qué equivale un peso: a veinte centavos de dólar. Hoy la respuesta a qué equivale un peso es: a todo lo que se pueda comprar con un peso, equivalencia que varía porque varían los precios.
Si los dólares de las reservas del Banco de México fueran el respaldo del peso, a razón de veinte centavos de dólar por peso, esa equivalencia tendría que ser fija. Si el Banco de México la cambiara día con día, a veces a la alza, y a veces a la baja, estrictamente hablando el dólar no sería el respaldo del peso.
No es verdad que los dólares de las reservas internacionales del Banco de México sean el respaldo del peso. Hoy el peso, dinero fiat (es dinero porque el Estado dice que es dinero), y fiduciario (aceptado por los agentes económicos como medio de intercambio porque confían en él), y de curso legal (impuesto por ley como único medio de intercambio), no está respaldado por algo. Por eso es que la respuesta a la pregunta ¿a qué equivale un peso? no es, por ejemplo, “a veinte centavos de dólar”, sino solo “a todo lo que hoy pueda comprarse con un peso”, equivalencia que, dados los movimientos en los precios, varía día tras día.
A usted lector, ¿no le inquita que el peso, dinero con el cual se le paga por su trabajo y con el cual paga por los bienes y servicios que necesita, no tenga una equivalencia fija? ¿No le inquieta no saber a qué equivale el peso, y por lo tanto su dinero, y por ello el producto de su trabajo? Todo esto, ¿alguna vez lo había planteado?
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