Unos pocos días después de una consulta que por primera vez se daba en el país y presuntamente daba oxígeno y fuerza en el segundo trienio del presidente. Se dio por primera vez en los procesos parlamentarios de México la primera vez que una reforma constitucional propuesta por un presidente no es aceptada. La derrota de una reforma eléctrica demuestra que el cabildeo va más allá que el respiro político o que una encuesta de opinión y aprobación. Así como para la consulta de revocación todos se colgaron medalla, El presidente por sus votos y la oposición por los ausentes, ahora en lo energético será discurso cotidiano.
Tras el rechazo a la reforma eléctrica, que se dio en un domingo de resurrección en que miles de espectadores veían la sesión en una acalorada, pero habitual cámara, el Presidente y muchos otros voceros han llamado a los opositores; traidores a la patria. En la conferencia mañanera del lunes 18 dijo: “Yo creo que ayer (domingo) hubo un acto de traición a México cometido por un grupo de legisladores que en lugar de defender los intereses del pueblo (…) se convirtieron en defensores descarados de las empresas extranjeras”.
La reforma pretendía que la Comisión Federal de Electricidad produjera como mínimo el 54% de la energía del país, lo que reducía el margen de intervención de particulares en esta materia. Ahora, con el rechazo y con el premio de consolación de la ley minera y su tratamiento del Litio, la oposición, aun sin una cara, comienza a reconocer, mediante cada partido, que fue por ellos que se tumbó la reforma.
Varias lecciones, un tanto anticipadas podemos encontrar en esto;
La primera es una reducción a los miedos. Si bien uno de los argumentos más constantes contra el régimen de López Obrador ha sido su vocación nacionalista que nos llevará a la construcción de un país socialista sin ninguna forma de inversión particular. Este rechazo muestra la solidez de otras instituciones, cuyo control formal o informal, público o secreto aun determina la rienda inversionista del país.
Presenciamos un desgaste que refleja que el presidente, como se ha dicho desde un inicio, no cuenta con un equipo, sino que se mantiene con una estrategia centralista. Todo el mérito está por su sola voz, y mostró que la falta de cabildeo, la falta de negociadores más allá de palacio son una necesidad independientemente del porcentaje de aceptación política.
El discurso de defensa ha salido sin el reconocimiento de una derrota, sino con la advertencia de haber sufrido un ataque, un ataque que se dispone contra el país, no contra un mandatario. En la icónica imagen que anunciaba el régimen de la cuarta transformación se mantiene Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y Cárdenas. Cada uno parece aportar un legado que quiere reiterarse en el siglo XXI. Mantenerse ante lo contrario, venciendo el obstáculo parece que Juárez aplaudiría el cambio de rumbo con el aeropuerto. La construcción de una refinería en Dos Bocas agrada a Cárdenas, pero su cambio no fue físico, sino institucional, necesita una reforma que proteja ante el extranjero. Si no se pudo con la electricidad, ahora con el litio. ¿Qué falta? ¿La visión electoral de Madero, la constitución de Morelos?, Un emblema que es un plan, una imagen que se vuelve un séquito de testigos que advierten lo que se hace.