La humanidad siempre ha tendido a idealizar, es decir, llevar al terreno de lo irreal aquello que resulta importante en el plano de lo real. Encumbramos nuestro pasado, pero también lo hacemos con nuestro futuro. En su justa medida la dosis de optimismo es siempre válida, pero cuando el futuro se pinta ideal es seguramente irreal. Idealizamos nuestro estilo hasta volvernos inflexibles pensando que el más ligero cambio ha de acabar con todo. En lo político tendemos a idealizar, el gran Tlatoani o en nuestro lenguaje contemporáneo, el líder, se convierte en un invencible, alguien que representa nuestras mejores y mayores aspiraciones, nuestro concepto moderno de felicidad, expresado en las 4 E: economía, entendimiento, elegancia y energía.
A tal grado llega nuestra idealización que lo humano no es suficiente incluso dentro de la misma humanidad, Lil Miquela es una “joven robot de 19 años” que vive en Los Ángeles, trabaja como modelo, en su narrativa su ascendencia es mixta; brasileña y estadounidense. Hoy día, su cuenta de Instagram tiene más de tres millones de seguidores. Es una influencer admirada por millones de jóvenes, un robot creado por la compañía Brud quien incluso le ha provisto de una infancia llena de recuerdos admirables.
En China, Ling es una influencer con alta popularidad en Weibo, la versión asiática de Twitter. Sus publicaciones son ampliamente difundidas, en ellas aparece con su rostro perfecto, casi de porcelana, su cabello brillante, su capacidad de sonreír permanentemente y su vida ambientada en un cúmulo de imperfecciones humanas. Ling promueve entre sus “post” diversas marcas, incluyendo a Tesla. También es resultado de la inteligencia artificial, una inteligencia que es perfectamente imperfecta y que influye en nuestra generación.
Esta robotización, porque lo humano ya no sea suficiente, me lleva a pensar en lo político, ¿cómo serán los líderes de este siglo? ¿Sus decisiones migrarán de lo humano a lo maquinal? Influencers totalmente virtuales, sin tener carne ni hueso, pero ¿importa? En el mundo actual de los datos y las relaciones entre los mismos. ¿Qué tanto se gobierna? Los gobiernos enfrentan la necesidad de justificar sus decisiones con los datos que, de ser suficiente, pudiera preverse la decisión correcta. Toda acción gubernamental se enfrenta entre los rumores que lo correcto hubiese sido lo opuesto.
Vendrán tiempos, como ahora se preludia, en que las decisiones ya no sean humanas, sino resultado de una lógica y metodológica minería de datos. Hoy la decisión que se veía valiente de volver a las aulas, tenía como trasfondo un mensaje mundial de retorno a las mismas. Las cercas existen no solo para evitar que algo peligroso entre, sino también para evitar que lo valioso que hay adentro no se pierda.
Al mismo tiempo, mientras corre esa suplencia, Moises Naim, el gran analista venezolano concluye que el poder está fragmentándose, el poder llega a un fin ante la existencia de “micropoderes” y una mayor cantidad de opciones, una renovación de pensamiento y una movilidad aceleran la degradación de poderes absolutos. En México la lucha de poder tiene más y más competidores, imposibilitando la acumulación que antaño se antojaba simple. Eran otros tiempos. ¿Dónde yace, si es que yace, el gobierno; en la experiencia humana o en la capacidad de aceptar que lo humano también se idealiza?