Muchos son los temas que, en campaña electoral, mencionan los candidatos. Uno de ellos es la economía, sobre todo si esta no marcha como debiera, y la mexicana lleva ya varias décadas marchando defectuosamente, ya sea por un crecimiento bajo, ya por una inflación elevada, ya por una inflación elevada combinada con un crecimiento bajo, tal y como sucedió en 2017. En 2016 la economía creció 2.9 por ciento con inflación del 3.4 por ciento. En 2017 el crecimiento fue 2.1 por ciento (26.6 por ciento menor) y la inflación 6.8 por ciento (100 por ciento mayor). Con relación al 2016 el 2017 resultó de menor crecimiento (mal) y mayor inflación (mal). Debería haber sido al revés.
Así hemos estado desde 1971, año en el cual la inflación empezó a dispararse, disparo que a partir de 1983 se combinó con un crecimiento bajo, inflación que, con repuntes a lo largo del camino, comenzó a ceder a partir de los años 90 del siglo pasado, crecimiento que, con algunos años mejores que otros, siguió dando resultados mediocres. Y en estas estamos: con estabilidad que no acaba de consolidarse y con crecimiento que no repunta, mucho menos sostenidamente.
Esta es la situación económica general a la que deben referirse los candidatos: dinamismo débil y estabilidad relativa. Dinamismo que es el del crecimiento de la economía, el de la producción de bienes y servicios, el de la generación de ingresos. Estabilidad que es la de los precios, la del poder adquisitivo de nuestro dinero, la de la posibilidad de mejorar nuestro bienestar.
Bienestar, ¿de qué depende? De la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que dispongamos: a mayor cantidad, calidad y variedad mayor bienestar, y viceversa, todo lo cual hace referencia al agente económico más importante, el consumidor.
La actividad económica terminal, aquella que les da sentido a todas las demás, desde la oferta y venta hasta la demanda y compra, es el consumo, definido como el uso (beber) del satisfactor (agua) para satisfacer la necesidad (sed). Que la actividad económica terminal sea el consumo quiere decir que todas las otras actividades económicas (producción, oferta y venta), deben estar en función de él, y no al revés, lo que se consigue, a medias, ¡pero se consigue!, con ciertas políticas económicas, por ejemplo las proteccionistas.
Además de tener claro que la actividad económica terminal es el consumo, hay que tener presente que consumidores somos todos, desde el niño recién nacido hasta el anciano a punto de morir, aunque no todos consumamos lo mismo, de tal manera que todo aquello que beneficie a los consumidores es, por decirlo así, lo más democrático.
Si la actividad económica terminal es el consumo, y si consumidores somos todos, ¿con quiénes les conviene a los políticos hacer alianzas electorales? Y esas alianzas políticos – consumidores, ¿en qué debe consistir?
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