México, es un mosaico multicolor de sabores, colores, aromas y sensaciones que se mezclan para originar, como caldero primigenio, muy variados modos. A veces unos bonitos modos muy feos, pero modos. Me gusta mucho el término mosaico, expresa variedad y belleza la hermosa obra del artesano, el término “mosaico” deriva con gran propiedad; la obra de las musas. Las musas eran esas guardianas de la memoria encargadas de mantener lo importante y digno de cada etapa y no perder, con el solo paso del tiempo, lo que otros han defendido. De ahí viene la necesidad de cuidar lo que nos define, lo valioso que al perderlo sacrifica lo que somos por lo que parecemos.
Cada sociedad toma diversas decisiones en su travesía, elige cómo hablar. Aunque heredamos de los viejos las palabras, las maquillamos y convertimos a una actual situación. Porque adoptar es adaptar. El sarape ha andado entre gifs y mails. El mariachi en midi y mp3. Los sabores del metate, de las mixturas y tatemados los hemos cautivado en una lata que puede ofrecer, con la comodidad meritoria del hoy los sabores largos y requebrados del ayer.
Nos acostumbramos mientras seguimos creciendo. Y dotamos un nuevo significado, entendible para nuestro hoy lo que antes no era así. Por ejemplo, decimos “puño cerrado”, ¿qué puño pudiera serlo abierto?, organizamos el tiempo con las “citas previas”, ¿qué cita puede existir sin ser previa? Reiteramos las dimensiones cuando hablamos de “lleno total”, ¿qué lleno puede darse sin ser del total? Y así andamos buscando lo que sea “totalmente gratis”, regodeando la culpa de los “descuidos humanos”, buscando entre el “glosario de términos” o dándonos un “lapso de tiempo”. Todo ello es muy de nuestro México. El bendito México que no contento con el picor le agregó azúcar al mismo.
Falta poco para las elecciones estatales en el Estado de México y en Coahuila, las únicas dos que hay este año. Concluidas, a las primeras horas del día siguiente la agenda se reitera rumbo al 2024. Sin embargo, ambas han estado muy a la par de la contienda que desde hace meses va en aumento rumbo al 24, algunas posiciones a elegir serán juzgadas y castigadas desde la urna otros harán campaña jactándose de los aciertos previos, pero estoy seguro que todos usarán el cambio, algunos más o menos matizado pero el cambio, “cambiar para seguir igual”. El cambio se ha insertado en nuestro léxico como una moda lingüística. Por cierto, sabía que nadie puede “lucir mal” pues lucir significa brillar o destacar.
En la antigüedad los candidatos vestían la cándida, una túnica tan blanca que les permitía brilla, mostrarse inmaculados, sin mancha alguna para obtener, con la gracia de los otros, el cargo de honor al que aspiraban y seguramente también suspiraban. Rumbo al 24 no sé si se pongan la cándida, pero si los espectaculares, promocionales y cualquier escenario que sirva para insertar en la mente del respetable su nombre y mérito. Y cumplen pues cándido es brillar, encender, de ahí la palabra candelabro también, todos quieren brillar. Seamos sensatos evaluando el brillo que sin razones solo son emociones.