En tiempos de campaña electoral la democracia degenera en mercado electorero, los candidatos hacen promesas irresponsables, que nada tienen que ver con la legítima tarea del gobierno, que es garantizar los derechos (¡que realmente lo sean!) de las personas, no satisfacer sus necesidades, tampoco defender sus intereses.
Independientemente de que se trate de garantizar derechos, satisfacer necesidades o defender intereses, los candidatos deberían decir, no sólo lo que van a hacer al respeto, sino cuánto va a costar, de dónde va a salir el dinero, y cuál será el costo de oportunidad de lo que proponen (las opciones a las que se renuncia por haber elegido una de ellas). Ello nos permitiría a los ciudadanos tener una mejor idea de lo que las promesas de los candidatos significan, porque en una de esas nos sale más caro el caldo que las albóndigas.
Pongo de ejemplo la intención, tanto de López Obrador como de Anaya, de reducir el IVA del 16 al 8 por ciento en los estados de la frontera norte del país (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Sonora y Baja California Norte), con la intención de hacerlos tributariamente más competitivos frente a los estados de la frontera sur de los Estados Unidos, en los cuales no se cobra el IVA pero sí el impuesto a las ventas, que es del 6.5 por ciento en California, 5.6 en Arizona, 5.1 en Nuevo México, y 6.3 en Texas, impuestos más competitivos que el IVA del 16 por ciento.
La propuesta a favor de la reducción del IVA plantea, de entrada, esta pregunta: ¿por qué no hacer a todo el país, y no solamente a los estados de la frontera norte, tributariamente más competitivo que Estados Unidos, bajando los impuestos en todo el territorio nacional, comenzando por los impuestos a las empresas, con la intención de atraer más inversión directa, que es la que produce bienes y servicios, crea empleos, y les permite, a quienes obtienen esos puestos de trabajo, generar ingresos? Lo que es bueno para algunos estados, ¿no lo será para todo el país?
Independientemente de la consideración anterior López Obrador y Anaya deben responder estas tres preguntas: ¿cuánto se dejaría de recaudar por la reducción del IVA?, ¿cómo se compensaría la menor recaudación: con menor gasto, con más deuda, con menor gasto y más deuda?, y ¿cuál sería el costo de oportunidad, es decir, qué se dejaría de hacer como consecuencia de la menor recaudación si se compensa, por ejemplo, recortando gastos? ¿Saben Anaya y López Obrador las respuestas a estas preguntas? Y si no las saben, ¿no resultan sumamente irresponsables al proponer la reducción del IVA?
Ahora que los candidatos prometen hasta las perlas de la Virgen los ciudadanos haríamos bien en preguntarles ¿cuánto costarán?, ¿de dónde saldrá el dinero?, ¿cuál será el costo de oportunidad?, las tres preguntas para las que todo candidato responsable debe tener la respuesta.
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