El desempeño de una economía debe calificarse a nivel de la economía familiar, en función del bienestar de sus miembros, que depende de la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que dispongan, lo cual debe depender, no de las dádivas gubernamentales, sino del esfuerzo de cada quien, que depende del empleo y el ingreso, que dependen de las inversiones directas, que producen bienes y servicios, crean empleos y generan ingresos. Hay una clara relación entre inversiones directas y bienestar. Las primeras son condición necesaria de lo segundo.
Todos los meses, el mismo día, el INEGI publica el Indicador Mensual de la Inversión Bruta (IFB) y el Indicador Mensual del Consumo Privado en el Mercado Interno (CP), lo cual nos permite analizar el comportamiento de las inversiones directas y del bienestar de las familias.
El IFB tiene que ver con el comportamiento de las inversiones en instalaciones, maquinaria y equipo, parte esencial de las inversiones directas, por lo que es un buen indicador del comportamiento de éstas.
El CP tiene que ver con la compra de bienes y servicios de parte de las familias residentes en el país, excluyendo la adquisición de bienes inmuebles y objetos lujosos, razón por la cual es un buen indicador de su nivel de bienestar.
En febrero pasado, en términos mensuales, comparando febrero con enero, la IFB creció 2.4 por ciento. La buena noticia: creció. La mala: menos que en enero (3.9). En términos anuales, comparando febrero de 2021 con febrero de 2020, decreció 3.5 por ciento. La mala noticia: decreció. La buena: menos que en enero (menos 9.6). El nivel de la IFB en febrero fue semejante al de marzo de 2011, tal es el alcance del retroceso, y suma ya 25 meses consecutivos de decrecimiento en términos anuales, tendencia que empezó antes de la aparición del Efecto Covid-19.
En febrero pasado, en términos mensuales, el CP decreció 0.2 por ciento. La mala noticia: después de haber crecido 0.6 por ciento en enero decreció en febrero. En términos anuales decreció 6.5 por ciento. La mala noticia: decreció. La peor: más que en enero (menos 6.2). El nivel del CP en febrero fue semejante al de mayo de 2016, de tal magnitud ha sido el retroceso, sumando ya 15 meses seguidos de decrecimiento en términos anuales, tendencia que empezó poco antes del surgimiento del Efecto Covid-19.
Dado que hay una clara relación entre la IFB y el CP, el segundo dependiendo en buena medida de la primera, es preocupante el mal desempeño que sigue teniendo la primera, dependiente de la confianza de los empresarios para invertir directamente en el país, confianza que, en escala de cero a cien, en abril, se ubicó en 27 unidades, más cerca de la desconfianza total (cero) que de la total confianza (cien). Preocupante.
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