El gobierno tiene el poder para obligar a los ciudadanos a entregarle parte del producto de su trabajo: puede cobrar impuestos. El gobierno tiene el poder para obligar a los ciudadanos, ¡bajo amenaza de castigo!, a entregarle parte del producto de su trabajo, castigo que va, desde un recargo hasta la cárcel, pasando por la confiscación de bienes.
Ese poder, el poder para cobrar impuestos, para obligar a los ciudadanos a entregarle parte del fruto de su trabajo, es el principal poder de cualquier gobierno, del cual depende su sobrevivencia. Gobierno que no puede cobrar impuestos gobierno que no sobrevive, lo cual quiere decir que, al final de cuentas, el gasto gubernamental termina financiándose con impuestos, por más que, por principio de ellas, pueda financiarse con deuda.
En materia de cobro de impuestos, y del gasto de los mismos, el poder del gobierno sobre el ciudadano es mucho mayor que el poder del ciudadano sobre el gobierno. ¿Qué quiero decir? Que el gobierno pude obligar, de manera muy eficaz, a que los ciudadanos le entreguen parte del producto de su trabajo, pero los ciudadanos no pueden obligar al gobierno, al menos no con la misma eficacia, a que gaste ese dinero con honestidad (que no se robe parte del mismo) y con eficacia (que se consigan los fines que deben conseguirse).
En materia del cobro de impuestos, y del gasto de los mismos, entre el gobierno y el ciudadano, en lo que respecta al poder que cada uno puede ejercer sobre el otro para que con honestidad y eficacia cumpla con sus tareas, existe una asimetría, a favor del primero (gobierno) y contra los segundos (ciudadanos), asimetría que debe corregir quien se favorece de las misma: el gobierno.
Si los ciudadanos tuviéramos sobre el gobierno, a la hora de gastar el dinero de los impuestos, el mismo control que él tiene sobre los contribuyentes a la hora de cobrarlos, ¿serían posibles tantas transas de tantos gobernantes? ¿Hasta cuándo vamos a permitir esta asimetría?
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