En términos reales

La semana pasada se comentó, en más de un espacio, la propuesta de López Obrador a favor de congelar los precios de los energéticos, propuesta que sería un error de política económica.

Congelar precios a favor de los consumidores implica una de dos opciones.

Primera: que la autoridad decida que, a partir de un determinado día, el precio del bien o servicio en cuestión se congela al nivel vigente ese día, debiéndose mantener sin cambio alguno.

Segunda: que la autoridad decida, a partir de cierto día, fijar un precio menor al vigente, lo cual podría dar como resultado un precio máximo, por debajo del precio de mercado, para mantenerlo a ese nivel.

En ambos casos el objetivo es mantener sin variación el precio congelado, tarea que, de modificarse la relación oferta – demanda, como seguramente sucedería, se complicaría, demandando una mayor intervención del gobierno.

Supongamos que, ya con el precio congelado, aumenta la demanda del bien, lo cual ejerce presiones alcistas sobre el precio, mismo que por estar congelado no aumenta, generándose escasez, una de las dos posibles distorsiones del mercado. Supongamos, por el contario, que ya con el precio congelado aumenta la oferta del bien, lo cual ejerce presiones bajistas sobre el precio, mismo que, por encontrarse congelado, no baja, ocasionándose sobreoferta, la otra posible distorsión del mercado. Si el gobierno no rectifica y descongela el precio, en el primer caso (escasez) impondría el racionamiento y en el segundo (sobreoferta) compraría los excedentes. ¿Qué es lo eficaz: que descongele los precios, o que imponga el racionamiento o compre los excedentes? Que descongele los precios.

El congelamiento de precios, partiendo del hecho de que la relación oferta – demanda cambia, genera distorsiones en los mercados (escasez o sobreoferta), que se eliminan descongelándolos, no con una mayor intervención del gobierno en la economía, como sería el racionamiento o la compra de excedentes, razón por la cual congelarlos es una política económica equivocada, que debe evitarse. Sin embargo es lo que, al perecer, ha propuesto López Obrador.

¿Por qué escribo “al parecer”? Cito a López Obrador: “De entrada, ya no va a aumentar ninguno de estos energéticos (luz, gas, gasolina, diésel). Se van a congelar estos precios. Ya no va a haber aumentos en términos reales (ojo: ¡en términos reales!) de combustibles: ya no va a haber gasolinazos”. ¿Qué quiere decir que ya no habrá aumentos, en términos reales, de los precios de los energéticos, comenzando por los de las gasolinas? Que no aumentarán más que la inflación, pero que sí aumentarán, por lo que el congelamiento, si por ello entendemos fijarlos y no moverlos, simple y sencillamente no se dará. ¿Un engaño más de López Obrador?

E-mail: arturodamm@prodigy.net.mx
Twitter: @ArturoDammArnal

 

Arturo Damm Arnal

Estudié economía, filosofía y derecho. Liberal. Profesor universitario. Periodista. Conferencista. Colaborador de @LaRazon_mx y @adn40 .