El gobierno del presidente López Obrador, a través de su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, anuncio que México y Cuba organizarán una cumbre “progresista”.
La palabra progresista es un término equívoco, se asocia con diferentes grupos y la manipulan políticos de izquierda, derecha, conservadores, liberales y socialistas.
En 1879 se utilizó por grupos contrarios al absolutismo de reyes y emperadores, que concentraban el poder político y económico. A la Revolución industrial, que dio origen al capitalismo, se le consideró una revolución progresista. En EUA se identifica progresismo con liberalismo.
Progresista, por sus raíces, proviene de latín progredi, que significa, avanzar, hacia delante. Entonces la cumbre debe ser entre países que han avanzado, mejorado el nivel de vida de sus habitantes; por lo tanto, no deben invitar a los gobernantes de países retrasistas, es decir que han retrocedido.
Cuba no debería ser admitido, pues el nivel de vida de sus habitantes se redujo. Datos de la ONU nos dicen que casi el 15% de la población cubana salió de Cuba por la escasez de alimentos, vivienda y libertades. En Venezuela salieron 7.1 millones de venezolanos hasta el 2019, el 25% de su población. Su PIB por habitante, según datos de la Universidad Andrés Bello de Venezuela, cayó en el 2021 a 1,452 dólares por habitante, más bajo que el de Haití, 1,821 ese año. Nicaragua también retrocedió en su nivel de vida. Abandonaron ese país socialista el 10% de su población. En 2022 el mayor número de migrantes extranjeros que pasaron por México hacia EUA son cubanos, nicaragüenses y venezolanos. México también es retrasista, su PIB cayó –1.2% promedio anual de 2019 al 2021.
Ni los gobernantes organizadores ni los principales invitados a esa cumbre son progresistas, pues sus países no han progresado. Los organizadores deben cambiar el nombre por el de “La cumbre de los retrasistas”, congruente con los resultados en los países de organizadores y principales invitados.
Dice el filósofo español José Ortega y Gasset, autor del libro “La rebelión de las masas”: progresismo es una palabra muy bella e incitante, ya que todo cabe en su incitante y cóncavo significado, pero a la vez es una categoría política que solo sirve para incitar a la masa a creer en una superstición peligrosa”.