AMLO no tiene buena opinión del dinero. Hace unos días afirmó que el mismo es el padre y la madre del diablo. Esta mala opinión es compartida por muchos, que consideran que el dinero es malo, que corrompe a la gente, que es ocasión de codicia, y demás ideas por el estilo. Quienes así piensan terminan condenando al dinero por motivos morales. Les cuento una anécdota.
Hace algunos años, en clase, estaba hablando de la maravillosa herramienta que es el dinero, cuando se levantó un alumno y me dijo que estaba equivocado, que cómo era posible que dijera tales cosas si el dinero es, y ésta fue la expresión que utilizó, “el excremento del diablo”.
Le respondí que si consideraba que el dinero es el excremento del diablo en sus manos estaba evitarlo. ¿Cómo? No usándolo, y le propuse que se comprometiera, frente a su compañeros a, por lo menos durante un mes, no usarlo, a no tener ningún contacto con el excremento del diablo, a evitar cualquier contaminación que, el contacto con algo tan repugnante, podría traer consigo, y le pedí que, antes de aceptar el reto, tomara en consideración la posibilidad, una entre muchas otras, de que saliendo de la universidad, antes de llegar su casa, tuviera que pasar a la gasolinería (gasolinería, no gasolinera, que es la mujer del gasolinero, quien trabaja en la gasolinería), a llenar el tanque de su coche. Sin dinero, ¿cómo pagaría por la gasolina? ¿Qué podría interesarle al gasolinero, que no fuera dinero, a cambio de la gasolina?
El dinero, definido como el medio de intercambio de la riqueza, siendo la riqueza los bienes y servicios con los que satisfacemos nuestras necesidades, es la herramienta que nos permite superar las limitaciones del trueque y, por ello, realizar muchas más transacciones comerciales de las que podríamos realizar si no contáramos con él, lo cual es una condición necesaria para elevar nuestro bienestar. En este sentido, el dinero es una de las mejores herramientas a nuestra disposición.
Lo que se puede cuestionar, sobre todo desde una perspectiva ética, es la manera de obtener y gastar el dinero, pero no el dinero como tal, que no es más que una herramienta y, lo repito, una de las más eficaces, sobre todo si se administra correctamente, lo cual depende, para empezar, de la política monetaria de los bancos centrales.
Decir, como dice AMLO, que el dinero “es el padre y la madre el diablo” o, como lo dijo mi alumno, que “es el excremento del diablo”, es decir algo que, para empezar, no es cierto, y que podría llevar a conclusiones peligrosas, como sería, ¡algo verdaderamente absurdo!, limitar o prohibir su uso. Imagínense, para empezar, cómo se le complicaría al gobierno, desde el cobro de impuestos, hasta el ejercicio del gasto.
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