El sueño de cualquier oferente, de cualquier bien o servicio, es el monopolio, que le permitirá cobrar el mayor precio que el demandante esté dispuesto a pagar. Al monopolio puede llegarse por dos caminos, el correcto y el incorrecto.
El correcto es el de la productividad (capacidad para reducir costos de producción), que es condición necesaria para la competitividad (capacidad para, en términos de precio, calidad y servicio, hacerlo mejor que la competencia), por medio de la cual una empresa, sacando limpiamente del mercado a sus competidores, puede convertirse en monopolio. Se trata del monopolio por competitividad.
El incorrecto es el del proteccionismo, por el cual, en mayor o menor medida, de una u otra manera, medida del proteccionismo que dependerá de la manera de proteger, el gobierno protege a los oferentes nacionales de la competencia, sobre todo de la que traen consigo las importaciones, limitando la cantidad (que será menor), calidad (que será menor) y variedad (que será menor) de los bienes ofrecidos, en detrimento del bienestar de los consumidores.
Menciono lo anterior porque en la Reunión Nacional 2018 de la Confederación Nacional de Cámaras Industriales, la CONCAMIN, AMLO dijo, y lo cito textualmente, que “es indispensable proteger las industrias y empresas mexicanas” y, obviamente, se refiere a protegerlas de la competencia, que es la competencia que les generan, por la vía de las importaciones, las empresas extranjeras, ya que sería el colmo que el gobierno pretendiera proteger a las empresas mexicanas de la competencia de las empresas mexicanas, lo cual daría como resultado, ¡el colmo del absurdo!, el monopolio de la empresa menos competitiva.
Gobierno que aplica medidas para proteger a los oferentes nacionales de la competencia de las importaciones actúa a favor de las ganancias de los empresarios protegidos, quienes gracias a la eliminación de la competencia podrán cobrar precios mayores, y en contra del bienestar de los consumidores, a quienes les interesa que la cantidad, calidad y variedad de los bienes ofrecidos sea la mayor posible, para lo cual se requiere de las importaciones.
Al final del próximo sexenio, ¿qué tendremos en México? ¿Más libre comercio y por lo tanto más importaciones o, por el contrario, más proteccionismo y por ello menos importaciones? Mal pintan las cosas cuando AMLO afirma que, y lo repito, “es indispensable proteger las industrias y empresas mexicanas”, para lo cual, en el mejor de los casos, hay que limitar las importaciones y, en el peor, prohibirlas, momento de recordar que, uno, las importaciones aumentan la cantidad, calidad y variedad de los bienes ofrecidos y, dos, que someten a la competencia a los productores nacionales, obligándolos a volverse más competitivos, capaces de ofrecer a menor precio, con mayor calidad y mejor servicios. Todo ello, ¿tiene algo de malo?
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