Un ejemplo de juicios que muestran interpretaciones de la realidad incoherentes y contradictorias, son las justificaciones y condenas de lo acontecido en Bolivia y Chile.
Chile pasó de un país devastado por las políticas socialistas de Allende a principios de los años 70, parecidas a las que ahora padece Venezuela, a tener de los mejores índices de progreso social de Latinoamérica. Las causas, las libertades económicas, el Estado de Derecho y las elecciones transparentes y democráticas. Sin embargo, el partido comunista y otros grupos de izquierda les organizaron violentos desórdenes, como la quema del metro, que aplaudieron intelectuales y políticos socialistas, quienes pidieron la renuncia del presidente chileno, democráticamente elegido.
Esos mismos intelectuales que justificaron las protestas y la violencia en Chile, considerado el país que más redujo la pobreza en Latinoamérica en las últimas décadas, condenan las protestas contra el descarado fraude electoral del ex presidente socialista, Evo Morales, quien al darse cuenta de que si había una segunda vuelta perdería el poder, “se le cayó” por 23 horas el sistema de recuento de los votos, y una vez reestablecido resultó ganador.
Observadores nacionales e instituciones internacionales, como la OEA, calificaron esas elecciones de fraudulentas. El pueblo, no grupos políticos organizados, salieron a las calles en Bolivia a manifestar su descontento. Los policías en lugar de impedirlas se incorporaron a las marchas. Evo, presidente y candidato, ordenó al ejército que reprimiera las protestas, el cual no obedeció y le pidió que renunciara por sus claras violaciones a la Constitución. Al verse sin el apoyo del pueblo ni del ejército, renunció. Responsable de fraude electoral, delito grave en Bolivia, huyó a México para evitar la cárcel. No es un héroe ni víctima de un golpe de Estado, sino de su ambición de perpetuarse en el poder, como Castro, Chávez y Maduro. Condenar la transparente democracia Chilena y convertir en héroe a un ambicioso gobernante que violó la Constitución en Bolivia, es una posición contradictoria, consecuencia de un fanatismo que no les deja ver la realidad a muchos activistas y teóricos socialistas. También es contradictoria la posición del gobierno mexicano, que se abstuvo de condenar a Maduro por la represión a manifestantes con tanques, escudándose en el “principio de no intervención”, que olvidó al calificar de “golpe de Estado” la renuncia del socialista Evo Morales.