Aconsejar es una tarea difícil, en principio porque sin congruencia es imposible hacerlo, cuando una vida no refleja lo que se dice se enuncian o citan frases solamente, pero cuando se habla de la experiencia, esa frase o cita se vuelve un consejo. Somos congruentes cuando lo que se dice es lo que se hace, y somos íntegros cuando lo que se piensa, se dice y se hace tienen coincidencia.
Cuanto cambiaría el mundo si nuestros comportamientos fuesen congruentes con nuestras expectativas, o mejor aún que las convicciones coincidan con nuestros compromisos. El mundo busca luchar contra la corrupción, en México el cambio político y discurso invencible está soportado en eso, la lucha contra la corrupción, reconocemos que los problemas que tenemos son menos que aquellas heridas que nos causamos nosotros mismos. El político que se corrompe contamina, abusa de su encargo y termina hinchándose, como la rana que quiso simular al buey, con apetitos que no conocen final.
Los romanos en su sabiduría encargaban a la virtud el filtro que determinara una función de honor. De ahí vienen los encargos honorarios, que degradada le hemos puesto al reducirlos a aquellos que son de servicio gratuito o que no tienen ningún pago. La función al servicio de México debe ser un cargo honorario, no por lo gratuito pues es justo que cada trabajo entregue los emolumentos suficientes para mantenernos en un mundo económicamente exigente, sino por las virtudes que para ellos se encargan.
La ley existe para poner reglas que construyan vías de acceso a nuevos escenarios, pero también para limitar. Los límites no son malos, sirven para dar seguridad y velocidad en nuestro viaje. Así como los límites marcados en una vía carretera nos dan la certeza de poder viajar, así la vida, los límites que nos ponemos nos dan la velocidad de movimiento que en ese momento podemos soportar. La vida pública exige límites y también barreras.
Las cercas no solo existen para evitar que algo entre, también para que algo no salga, que no perdamos cosas valiosas. El andamiaje de combate a la corrupción no puede suplirse por nada, no es la causa de nuestros males la cerca, sino el respeto que se tiene de ella.
Una historia muy famosa relata como un profesor ante sus alumnos mostraba un frasco que llenó de piedras, preguntó a sus alumnos: – ¿el frasco está lleno?, -Si, dijeron a coro. El maestro ahora metió pequeños frijoles que se acomodaban en los espacios vacíos que entre las piedras aún quedaban. Cuando terminó volvió a preguntar: – ¿el frasco está lleno?, -Si, contestaron los alumnos con un acento que sonaba dudoso. El maestro puso arena en el frasco, – ¿el frasco está lleno?, solo unos cuantos alumnos dijeron: -sí, ahora sí. El maestro puso agua en el frasco que aún lo permitía. Así la vida, siempre tiene espacio para muchas cosas, pero una lección de esta historia es que, de no haber colocado las piedras primero, no hubieran podido entrar. Debemos fincar los cimientos primero, tener esos valores primero para que la cerca impida, que se metan a dañarlos o que salgan y no vuelvan.