La renuncia del ex Secretario de Hacienda Carlos Urzúa se comentó ampliamente en su momento. Muchos, de la minoría de mexicanos que les preocupó, se quedaron con la idea que el principal motivo de su renuncia lo constituyó las diferencias con otros funcionarios de las altas esferas gubernamentales. Aunque hubo esos conflictos, solo fueron “la gota que derramó el agua del vaso”, pero no la principal causa de su renuncia.
Urzúa convenció al Presidente de reducir el gasto para evitar la pérdida del control del déficit, lo que llevaría a otra baja de calificación, que traería presiones difíciles de controlar en el pago de la deuda y el tipo de cambio. El Presidente entendió el problema y aceptó bajar el gasto, que implicó un fuerte recorte de personal. Pero, por otro lado, siguió con declaraciones que aumentaban las expectativas negativas y comprometían más recursos que los ahorrados con el recorte.
Urzúa dejó claro en su carta de renuncia y en entrevistas, que estuvo contra la cancelación del aeropuerto de Texcoco, de la construcción de la refinería de Dos Bocas y del Tren Maya, entre otros proyectos. Él recomendó que con el poco dinero disponible construyeran carreteras y no se gastara en proyectos y programas sociales de dudosos resultados, pero, dijo en su carta de renuncia, no encontró eco en sus propuestas.
Al analizar todos los recursos disponibles para financiar los planes presidenciales, no tuvo que hacer complicadas ecuaciones para advertir un peligroso faltante, simplemente sumó todos los gastos para enfrentar los compromisos anunciados por el presidente, los servicios de la deuda y el gasto programado, para mantener funcionando el gobierno federal, y los comparó con los ingresos esperados. El faltante resultó mayor al prudente para mantener el déficit bajo control.
Los resultados de esa sencilla cuenta, dejó claro el riesgoso futuro de la economía si el Presidente no hace caso de esa suma y resta de aritmética elemental. Sin reducir la brecha entre ingresos y egresos, habrá mayores desequilibrios en las finanzas públicas, bajas de calificaciones, aumentos en las tasas de interés y presiones en el tipo de cambio. Ante ese panorama, Urzúa prefirió no estar al frente de la SHCP en el momento en que, en un futuro cercano, brote una crisis que se habría evitado si le hubiera hecho caso el Presidente.