Por lo general, cuando se habla de actividades económicas, se considera solo una cara de la moneda, la de la producción, oferta y venta, olvidándose de la otra, la de la demanda, compra y consumo, siendo el consumo el fin y la producción el medio: no se puede consumir lo que previamente no se ha producido. Tan actividad económica es la producción como el consumo, siendo éste la actividad económica terminal, que le da sentido a las demás: producción, oferta, venta, demanda y compra.
La actividad económica empieza por la producción y termina por el consumo. La producción depende de las inversiones directas, destinadas a producir bienes y servicios, con los que satisfacemos nuestras necesidades; a crear empleos, puesto que para producir alguien debe trabajar; a generar ingresos, puesto que a quien trabaja se le paga. El consumo depende de la compra de bienes y servicios, que depende del ingreso, que depende del empleo, empleos e ingresos que dependen de las inversiones directas. ¿Cómo andamos en estas materias?
No tenemos un indicador, tal cual, de la inversión directa, pero contamos con el de la inversión fija bruta en instalaciones, maquinaria y equipo que, por proporcionar la infraestructura física para la producción, forma parte importante de la inversión directa, por lo que su comportamiento es un buen indicador del comportamiento de tales inversiones.
En términos mensuales, comparando con el mes anterior, en agosto la inversión fija bruta creció 1.8 por ciento. En septiembre decreció 0.9 por ciento, para ubicarse al nivel que se tuvo en noviembre de 2013, todavía 11.45 por ciento por debajo del máximo histórico que se alcanzó en julio del 2018. De tal magnitud sigue siendo el retroceso en esta variable tan importante.
Tampoco tenemos, si por consumo entendemos el uso del satisfactor para satisfacer la necesidad (beber agua para quitar la sed), un indicador, tal cual, del mismo, pero contamos con el indicador de la compra de bienes y servicios de parte de las familias residentes en el país, excluyendo la adquisición de vivienda y objetos valiosos, que, dado que la mayoría de los bienes y servicios que se consumen deben comprarse, es buen indicador del consumo.
En términos mensuales, comparando con el mes anterior, en agosto la compra de bienes y servicios creció 0.6 por ciento. En septiembre creció menos, 0.4 por ciento, para ubicarse en un nuevo máximo histórico, máximos históricos que vienen registrándose desde febrero pasado.
Que la compra de bienes y servicios esté en máximos históricos no quiere decir, de ninguna manera, que todas las familias ya cuenten con todos los bienes y servicios necesarios para, por lo menos, satisfacer correctamente sus necesidades básicas. Lo único que quiere decir es que nunca antes se habían comprado tantos bienes y servicios, lo cual no quiere decir que se hayan comprado los suficientes.
Para conseguir la suficiencia todavía falta, y superar el faltante dependerá, en buena medida, de las inversiones directas, que dependen de la confianza de los empresarios para realizarlas, confianza que en noviembre se ubicó, según el indicador de confianza empresarial del INEGI, en escala de 0 (total desconfianza) a 100 (confianza total), en 30.2 puntos, más cerca de la total desconfianza que de la confianza total, lo cual es un serio problema.
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