Los anteriores editoriales trataron sobre la pobreza, en la cual todavía sobreviven millones de mexicanos, lo cual es una vergüenza porque, si algo demuestra lógicamente la teoría económica, y muestra empíricamente la historia económica, es qué debe hacerse para lograr riqueza y evitar empobrecimiento.
La ciencia económica, según la visión ortodoxa, nació en 1776 con la publicación de la obra de Adam Smith Una investigación acerca de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, en la cual Smith responde dos preguntas: ¿en qué consiste la riqueza? y ¿cuáles son sus causas?, y no de una nación, en una época, la del mercantilismo (vigente en Europa y sus colonias del siglo XV al siglo XVIII), en la cual se creía que una nación solo podía enriquecerse a costa de otras (se creía que el comercio internacional era un juego de suma cero), sino de las naciones, en plural (se reconoció que el comercio internacional es un juego de suma positiva), dando inició, nuevamente según la perspectiva ortodoxa, a la época del liberalismo económico, que sustituyó por algún tiempo al mercantilismo.
La ciencia económica moderna nace como una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza, no de unos sino de todos. No tardaron en aparecer economistas que se dedicaron a estudiar, no la riqueza, sino la pobreza, enfoque equivocado, entre otras razones porque, si el fin de la economía es el bienestar de las personas, y éste depende, en buena medida, de la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que disponen para satisfacer sus necesidades (y en ello, en los bienes y servicios con los que satisfacemos nuestras necesidades, consiste la riqueza), y cuando la cantidad, calidad y variedad de los mismos es la adecuada para satisfacer correctamente las necesidades se supera la pobreza, entonces lo que hay que estudiar, como lo hizo Adam Smith y muchos otros después de él, son las condiciones que deben cumplirse para que se dé, de manera adecuada, la producción de esos bienes y servicios, de la que dependen el empleo (para producir alguien debe trabajar) y el ingreso (a quien trabaja se le paga), empleos e ingresos que son condiciones necesarias para el bienestar de las personas, sobre todo si éste ha de ser resultado de la generación personal de ingreso, con la cual se elimina la causa de la pobreza, no de la redistribución gubernamental del mismo, con la cual solamente se alivia su efecto.
El efecto de la pobreza es la carencia de los bienes y servicios necesarios para satisfacer correctamente las necesidades, y puede aliviarse por medio de las dádivas otorgadas por el gobierno, producto de la redistribución gubernamental del ingreso, con lo cual se alivian sus efectos, pero no se elimina su causa, que es la incapacidad de los pobres para, gracias al trabajo propio, generar ingreso suficiente que les permita acceder, comprándolos en cantidad, calidad y variedad adecuadas, a los bienes y servicios necesarios. El problema es que esta incapacidad es multifactorial, e incluye variables que van, desde la productividad de los trabajadores, hasta la relación oferta y demanda de trabajo en cada mercado laboral, y una larga lista intermedia.
En México, en materia de pobreza, ¿centramos la atención en la eliminación de sus causas o en el alivio de sus efectos?
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