No es verdad, como dicen algunos, que llevamos algunas décadas sin crecimiento económico, que se mide por el comportamiento de la producción de bienes y servicios, el Producto Interno Bruto, PIB.
Lo que sí es verdad es que llevamos ya casi cuatro décadas de crecimiento mediocre, que limita las posibilidades de mayor bienestar para 62.5 millones de mexicanos que sobreviven en condiciones de pobreza.
Entre 1935 y 1981 la economía mexicana creció, en promedio anual, 6.17 por ciento. En 1982, consecuencia de las malas políticas económicas de la Docena Trágica, los gobiernos de Echeverría y López Portillo, perdimos el crecimiento elevado, y entre 1982 y 2020 el crecimiento promedio anual de la economía mexicana fue 2.00 por ciento (2.27 hasta 2019, antes de la recesión del 2020).
Según la media de las 38 respuestas recibidas por el Banco de México en la encuesta de abril sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado, entre 2022 y 2032 la economía mexicana crecerá, en promedio anual, 2.20 por ciento, 3.25 según la proyección más optimista, 1.50 según la más pesimista. De cumplirse la proyección sumaremos cincuenta años de crecimiento mediocre.
¿Qué se necesita para que la economía crezca más, para que el PIB aumente más? La producción de bienes servicios depende de las inversiones directas, que producen satisfactores, crean empleos (para producir alguien debe trabajar), y generan ingresos (a quien trabaja se le paga), mismas que dependen de la confianza de los empresarios, de tal manera que a mayor confianza más inversiones, a más inversiones más producción, y a más producción mayor crecimiento de la economía. Es lógica, nada más.
El problema es que, si algo ha hecho la 4T, con decisiones que van desde la cancelación del NAICM hasta la contrarreforma energética, es generar desconfianza entre los empresarios, que es el principal problema económico que enfrentamos.
Ya tenemos, publicado por el INEGI, los resultados del Indicador de Confianza Empresarial para abril, y el índice de confianza para realizar inversiones directas en México se ubicó en 27.0 unidades (cero es desconfianza total y cien total confianza). En abril de 2018, antes del inicio de la 4T, se ubicó en 36.5 unidades, que ya era bajo. Consecuencia, primero del Efecto 4T, y segundo de la combinación del Efecto 4T y el Efecto Covid-19, la confianza de los empresarios para invertir directamente ha caído, confianza sin la cual la economía no crecerá más. Y ese, lograr un mayor crecimiento, después de cuarenta años de crecimiento mediocre, es el principal reto económico en México, mayor crecimiento que no solo implicaría más producción, sino más empleos y más ingresos y, por ello, mayor bienestar para más familias.
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