Mientras no se revise a fondo en qué, cuánto y cómo gasta el gobierno (siendo que gasta en cosas que no debe, por lo cual gasta de más, y muchas veces de mala manera), poner más dinero en sus manos es meterle dinero bueno al malo, dinero que sale del bolsillo de los ciudadanos, y no porque estos lo aporten voluntariamente, sino porque el gobierno los obliga, por medio del cobro de impuestos, a entregarle parte del producto de su trabajo, lo cual, si la persona tiene el derecho al producto íntegro de su trabajo, plantea serios cuestionamientos, relacionados con su justificación.
Hay quienes se quejan porque, de entre todos los países (38) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, a la que pertenece México, éste es el país que menos recauda como porcentaje de su Producto Interno Bruto, PIB, que es el ingreso generado en el país.
Con datos de 2019 (no hay información más actualizada), y según las estadísticas de la misma OCDE, en México la recaudación equivale al 16.3 por ciento del PIB. El promedio de los 37 países restantes es 33.4 por ciento: Dinamarca con 46.6, el mayor; Colombia con 19.7, el menor.
Lo anterior es visto por muchos como una desventaja para México, país que debería, en su opinión, alcanzar, por lo menos, la recaudación promedio de los países de la OCDE, el 33.4 por ciento del PIB, lo cual supondría un aumento de 17.1 puntos porcentuales, equivalentes al 104.9 por ciento, propuesta que parte del supuesto de que una mayor recaudación, y por lo tanto un mayor gasto del gobierno, darían como resultado mayor crecimiento y/o mayor bienestar, lo cual es, sobre todo para el caso de México, cuestionable.
Un aumento en la recaudación como porcentaje del PIB del 104.9 por ciento, y el correspondiente aumento en el gasto del gobierno, ¿darían como resultado un mayor crecimiento de la economía (medido por el comportamiento de la producción de bienes y servicios dependiente de las inversiones directas del sector privado), y/o un mayor bienestar de la gente (medido por la disposición de bienes y servicios, obtenidos gracias al trabajo propio, no a las dádivas gubernamentales)?
En México, mientras no se revise a fondo en qué, cuánto y cómo gasta el gobierno (siendo que gasta en cosas que no debe, por lo cual gasta de más, y muchas veces de mala manera), poner más dinero en sus manos sería meterle dinero bueno al malo. Revisar a fondo en qué gasta el gobierno, para distinguir los gastos legítimos de los que no lo son, implica responder a la pregunta, no qué puede hacer el gobierno, sino qué debe hacer, la pregunta más importante de la filosofía política, que nos lleva a esta otra: ¿puede responderse objetivamente, de tal manera que todos los involucrados en la búsqueda de la respuesta estén de acuerdo?
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