El bienestar de las personas depende, no exclusivamente, pero sí de manera importante, de la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que dispongan, la mayoría de los cuales hay que comprarlos, para lo cual hay que pagar un precio, para lo cual se requiere de ingreso, para lo cual se requiere de empleo, empleos e ingresos que dependen de las inversiones directas, que son las que producen bienes y servicios, crean empleos (para producir alguien debe trabajar) y generan ingresos (a quien trabaja se le paga), y que dependen de la seguridad que tengan los empresarios para invertir directamente, comenzando por la seguridad jurídica, que implica reconocer plenamente, definir puntualmente y garantizar jurídicamente sus derechos a la libertad individual para producir, ofrecer y vender, y a la propiedad privada sobre los medios de producción necesarios para poder hacerlo, seguridad jurídica que genera confianza, seguridad y confianza que le dan forma a la competitividad del país, que es su capacidad para atraer, retener y multiplica inversiones directas.
Atraer: que los empresarios decidan invertir directamente en México. Retener: que los capitales ya invertidos directamente en México se queden invertidos directamente en México o, dicho de otra manera, que no haya fuga de capitales, lo que en este caso implicaría el cierre de operaciones por la falta de condiciones adecuadas para seguir operando. Multiplicar: que las ganancias generadas por los capitales invertidos directamente en México se reinviertan directamente en México. Atraer, retener y multiplicar inversiones directas es, dado todo lo que depende de las mismas (directamente la producción de satisfactores, la creación de empleos y la generación de ingresos, e indirectamente, por medio de los empleos y los ingresos, el bienestar de las personas), uno de los retos más importantes de cualquier país, reto que es el de la competitividad, misma que en México deja mucho que desear.
Según el Índice de Competitividad Internacional 2021 del IMCO, México ocupa, entre 42 países, el lugar 37. De 2005 a 2009 ocupó el 30. En 2010 retrocedió al 31, en 2011 al 32, en 2012 al 33, en 2013 mantuvo el 33, en 2014 avanzó al 32, en 2015 y 2016 retrocedió al 33, en 2017 y 2018 avanzó al 32 y 31. En 2019, primer año de la 4T, retrocedió al 32. En 2020, segundo año, retrocedió al 35. En 2021, tercer año, retrocedió al 37. Durante los tres primeros años de la 4T México pasó de la posición 31 (2018) a la 37 (2021), pasando de competitividad media baja a baja, y no debido a la pandemia, sino a las pésimas decisiones que, en materia económica, ha tomado el gobierno de AMLO, afectando el bienestar de las personas.
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