El resultado del acuerdo bilateral entre el gobierno mexicano (que no México, ni mucho menos los mexicanos) y el estadounidense (que no los Estados Unidos, ni mucho menos los estadounidenses), que tuvo lugar en el marco de la renegociación del Tratado de Libre Comercio, ¡de libre comercio!, no será, suponiendo que llegue a tener efecto ya que falta que el Congreso estadounidense lo apruebe, más libre comercio sino menos, tal y como ha sido siempre la intención de Trump, y muestra de ello es lo que se acordó en materia de reglas de origen en el sector automotriz, cuya aplicación resultará en menos, no más, libre comercio.
El libre comercio supone, de manera esencial, que los demandantes pueden elegir, entre los posibles oferentes, al que más les convenga en términos de precio, calidad y servicio, ya sean demandantes de bienes y servicios para el consumo final, ya sean demandantes de factores de la producción, desde materias primas hasta mano de obra, lo cual es, desde el punto de vista ético justo, y desde la perspectiva económica eficaz.
Es justo porque se respeta la libertad de los agentes económicos para elegir al oferente que más les conviene, libertad que es uno de los derechos naturales de la persona, por lo que debe respetarse. Es eficaz porque la libertad de los demandantes para elegir oferente genera competencia entre estos, lo cual incentiva la competitividad: menores precios, mayor calidad y mejor servicio, que se traduce para los consumidores en mayor bienestar. Y en economía es eficaz lo que se traduce en mayor bienestar.
¿Cómo se logra lo anterior? Dejando que los demandantes elijan libremente lo que más les conviene en términos de precio, calidad y servicio, sin que el gobierno intervenga más allá de garantizar el cumplimento de los contratos. Y eso, intervenir más allá de garantizar el cumplimiento de los contratos, es lo que implica todo lo que se acordó en materia de las reglas de origen en la industria automotriz, industria muy importante para la economía mexicana, acuerdo que supone que, para disfrutar de las ventajas del “libre comercio”, de entrada el que no se le cobre arancel a las exportaciones de automóviles, los productores tendrán que cumplir con una serie de restricciones que les impiden elegir, entre los oferentes posibles de factores de la producción, el que les ofrezca en mejores condiciones, sobre todo de precio, restricciones que, si ya eran considerables con el TLC original, con el acuerdo bilateral resultan más prohibitivas, y pongo como ejemplo la siguiente: para aprovechar las ventajas del “libre comercio”, el 40 por ciento, en el caso de lo vehículos ligeros, y el 45 en el caso de los pesados, debe ser producido allí donde el salario por hora sea de 16 dólares, lo cual excluye a muchos oferentes, mexicanos y extranjeros, que producen en México. ¿Libre comercio? No.
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