El incremento en el número de linchamientos en el país refleja una verdad incuestionable: la desconfianza popular a partir de la impunidad prevaleciente en nuestro sistema de impartición de justicia. Se ha perdido totalmente la confianza y credibilidad en las autoridades, porque a su vez, se perdió la autoridad moral. Cuando quien ejerce autoridad tiene cola que le pisen… pierde la confianza y credibilidad.
Cuando la policía carece de autoridad moral, así como todo el sistema de impartición de justicia tampoco la tiene, el “pueblo sabio” se hace justicia por su propia mano.
No son casos aislados, sino una tendencia en vertiginoso crecimiento: un crecimiento de 190% en los linchamientos, de 2018 hasta ahora, con 271 personas víctimas de esta justicia populachera.
Es importante destacar que esto también se relaciona con esta nueva visión política que vive el país: la falta de respeto por las instituciones. Esto significa el desprecio por el estado de derecho, al cual se le sustituye con la visión simplista de que los individuos estamos por encima de las instituciones. Esto, ante la visión simplista de un pueblo harto y descepcionado, justifica que la justicia al estilo Fuenteovejuna sea tan legítima como todo el sistema que se sustenta en nuestra Constitución.
Hasta hace pocos años los ciudadanos cuestionábamos la conducta de los individuos que formaban parte de las corporaciones cuando su conducta no era ética y sí abusiva, pero sin embargo, existía respeto hacia las instituciones, como garantes del orden social y político.
En contraste hoy vivimos una nueva cultura que privilegia el juicio personal de cada quien, por encima de las instituciones y de la misma ley, lo cual representa un regreso a la barbarie.
El concepto “la mafia del poder” ha erosionado la confianza en las instituciones y es la causa de que el ciudadano les haya perdido el respeto a todas por igual. Por ello, los grupos de autodefensa en muchas zonas del territorio nacional representan la toma de control del mismo pueblo asumiendo las labores que le toca desarrollar al estado.
Si a esto añadimos la tendencia creciente de respetar cotos de poder político y gubernamental a comunidades que reclaman gobernarse según sus tradiciones, usos y costumbres, aumenta el debilitamiento del estado de derecho. De este modo, muchas más comunidades podrán exigir lo mismo en todo el territorio nacional y quizá en algunos casos, hasta manipuladas o sometidas por la delincuencia.
Por más mal que estuviésemos anteriormente, el respeto a las instituciones era una garantía de orden social, lo cual hoy se ha perdido y nos va a llevar a cacicazgos locales, que incluso pueden ser de la delincuencia organizada.
El temor del nuevo gobierno de imponer la ley, renunciando a las atribuciones que le confieren las leyes respaldadas por la Constitución, bajo el argumento de que enfrentar el desorden es represión, con todo el significado negativo de esta palabra, genera una percepción de vulnerabilidad gubernamental, que algunos líderes, ya sea sociales, políticos o delincuenciales, aprovechan para confrontarse con el estado.
Ante la percepción generalizada de vulnerabilidad y debilidad gubernamental, más la pérdida de autoridad moral, surgen liderazgos e incluso, grupos de poder, de tipo informal, que toman control real del territorio, de zonas o eventos de conflicto y así confrontan a las autoridades legítimas.
El surgimiento de autodefensas y el incremento de linchamientos son la respuesta al mismo fenómeno social de desconfianza ciudadana, pérdida de autoridad moral, debilitamiento de las instituciones y una autocensura gubernamental, que en términos prácticos representa ser una trampa que los mismos funcionarios se han creado, confundiendo la aplicación de la ley con la represión.
Lo más grave es que hoy los conflictos se pueden crear ficticiamente a partir de las redes sociales, a través de rumores, fake news (noticias falsas) y otros sistemas de manipulación social que surgen a aprovechando el anonimato con que se puede operar en ese contexto virtual, que es el mundo del Internet.
Este es un coctel molotov que nos debe preocupar de sobremanera, pues nos habla de un mundo que no tiene referencias anteriores para ofrecernos un antecedente.
Las redes sociales han cambiado el contexto social y político y cualquier cosa que suceda en el futuro será un escenario nuevo.
¿Usted cómo lo ve?
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