Escribe Henry Hazlitt en La Economía en una lección que “la Economía se halla asediada por un mayor número de sofismas que cualquier otra disciplina cultivada por el hombre”, a lo cual agrego lo escrito por Johan Norberg en Abierto, la historia del progreso humano: “En ninguna parte prevalece el mito de la economía como un juego de suma cero como en el comercio”, sobre todo en el internacional.
En el análisis “Libre comercio” analizo los siguientes temas: el comercio, el comercio internacional, el libre comercio, el proteccionismo, los tratados de libre comercio, las guerras comerciales y, tema al que quiero llegar, las condiciones que deben cumplirse para, suponiendo que fuera el caso, terminar con el T-MEC, el tratado de libre comercio México, Estados Unidos y Canadá, lo cual supondría terminar con el poco libre comercio que ya tenemos con Estados Unidos y Canadá para regresar al proteccionismo, antítesis del libre comercio, que es lo económicamente eficaz (lo que reduce la escasez y eleva el bienestar), y lo éticamente justo (lo que respeta los derechos de los agentes económicos).
¿Qué es el comercio?
El comercio es el intercambio de bienes y servicios entre compradores y vendedores, cuyo origen es la división del trabajo (A produce vino, que satisface la sed y B produce pan, que satisface el hambre), división del trabajo que, por la especialización que implica, eleva la productividad del trabajo, lo cual hace posible una mayor producción, condición necesaria para minimizar la escasez y elevar el bienestar. Si A no ha de morir de hambre y B de sed intercambiarán vino por pan, siendo el resultado un bien común: bien porque ambas partas GANAN, común porque AMBAS partes ganan.
El comercio, cuyo resultado es un bien común, es un juego de suma positiva porque las dos partes ganan (si no fuera así no comerciarían), aunque no necesariamente lo mismo, lo cual no es problema: a A le importa lo que él gana dando vino por pan y a B lo que él gana dando pan por vino. A cada uno le importa cuánto gana él, no cuánto gana el otro.
Lo que hay que tener presente es que los principios que rigen el comercio, comenzando por la intención de cada una de las partes involucradas de elevar su bienestar, dependen de la naturaleza de la actividad comercial, no de la nacionalidad de quienes comercian (tema al que volveré cuando analice el comercio internacional), de tal manera que lo mismo da que quienes comercien tengan, o no, la misma nacionalidad.
¿Qué es el mal llamado comercio internacional?
Escribo mal llamado comercio internacional porque las naciones no comercian entre sí. México no comercia con Estados Unidos. Mexicanos comercian con estadounidenses. Canadá no comercia con México. Canadienses comercian con mexicanos. El comercio internacional es comercio entre personas de distinta nacionalidad, llevado a cabo bajo los mismos principios, y por las mismas motivaciones, que rigen y dan lugar al comercio intranacional, entre personas de la misma nacionalidad, de tal manera que darles trato distinto, como muchas veces sucede, llegando al extremo de prohibir el internacional y permitir el intranacional, no tiene sentido y resulta económicamente ineficaz (mayor escasez y menos bienestar) y éticamente injusto (violación de derechos), como veremos cuando lleguemos al tema del proteccionismo.
Ya expliqué que el comercio es el intercambio entre compradores y vendedores, y que es un juego de suma positiva cuyo resultado es un bien común: ambas partes (aquí está lo común) ganan (aquí está el bien). También expliqué que el comercio internacional no es comercio entre naciones sino entre personas de distinta nacionalidad, y que ya sea internacional (entre personas de distinta nacionalidad), o intranacional (entre personas de la misma nacionalidad), las motivaciones y los principios que originan y rigen al comercio son los mismos, por lo que darles trato distinto, como sucede, no tiene sentido.
¿Qué es el libre comercio?
Lo primero que hay que tener claro es que todo comercio, ya sea internacional o intranacional, es libre, en el sentido de que las partes, compradores por un lado y vendedores por el otro, participan voluntariamente, por así convenir a su interés, que en este caso es elevar su bienestar. El comercio o es libre o no es comercio, por lo que calificarlo de libre, como en el término libre comercio, es redundante.
Aclarado lo anterior tenemos que libre comercio es una término relacionado con el comercio internacional, que se practica cuando los consumidores, comprando o dejando de comprar, sin intervenciones del gobierno, determinan la composición (el qué), y el monto (el cuánto), de las importaciones, de tal manera que se importa lo que los consumidores compran, en las cantidad que compran, libre comercio que es económicamente eficaz y éticamente justo.
Económicamente eficaz es lo que reduce la escasez y aumenta el bienestar y eso, aumentar el bienestar por la reducción de la escasez, es lo que hacen las importaciones, que se maximizan si hay libre comercio.
Éticamente justo es lo que respeta los derechos de las personas, como lo hace el libre comercio, que respeta el derecho a la libertad para establecer relaciones comerciales, como a cada quien más le convenga, con personas de otra nacionalidad, vendiéndoles (exportaciones) y/o comprándoles (importaciones).
Por último tomar en cuenta que si el libre comercio implica que los consumidores, comprando o dejando de comprar, sin limitaciones gubernamentales, establecen la composición y el monto de las importaciones, el mismo puede lograrse de manera unilateral, sin necesidad de negociar, con los gobiernos de otros países, tratados de libre de comercio. Basta que el gobierno elimine las medidas proteccionistas que prohíben o limitan las importaciones para tener libre comercio.
¿Qué es el proteccionismo?
El proteccionismo es la práctica por la cual los gobiernos, no los consumidores, determinan la composición y el monto de las importaciones, determinando qué se importa y qué no y, de lo que se importa, en qué condiciones (gravado o no con aranceles) y en qué cantidades (sujeto o no a cuotas de importación).
¿Cuál es el fin del proteccionismo? Como su nombre lo indica proteger, de la competencia que traen consigo las importaciones, a los productores nacionales, por lo general con el pretexto de mantener el empleo nacional.
¿Cuál es el resultado del proteccionismo? Éticamente es injusto (viola derechos) y económicamente ineficaz (aumenta la escasez y reduce el bienestar), razones suficientes para evitarlo.
Como ya expliqué, el libre comercio se da cuando los consumidores, comprando o dejando de comprar, determinan, sin intervención del gobierno, qué y cuánto se importa, y que el proteccionismo se da cuando el gobierno determina la composición y el monto de las importaciones, con el fin de proteger a los productores nacionales de la competencia, algo éticamente injusto y económicamente ineficaz.
El proteccionismo es éticamente injusto porque viola el derecho a la libertad para comprar lo que nos dé la gana, producto nacional o extranjero; a quien nos dé la gana, oferente nacional o extranjero; en donde nos dé la gana, en nuestro país o en el extranjero, conductas que no violan derechos, razón por la cual no deben limitarse, condicionarse o prohibirse.
El proteccionismo es económicamente ineficaz porque, al prohibir o limitar las importaciones, impide una mayor oferta de bienes, en las mejores condiciones de precio, calidad servicio, incrementando la escasez y reduciendo el bienestar. Además elimina o limita la competencia que las importaciones traen consigo, reduciendo la competitividad de las empresas nacionales, que es su capacidad para ofrecer a menor precio y/o con mayor calidad y/o con mejor servicio en beneficio de los consumidores.
¿Cómo evitar el proteccionismo?
Para evitar el proteccionismo en las constituciones políticas debería haber un par de artículos que establezcan lo siguiente: (i) “A nadie se le prohibirá, limitará o condicionará, por ningún motivo y en ninguna medida, el derecho a establecer relaciones comerciales con quien más le convenga, nacional o extranjero”; (ii) “El gobierno se abstendrá de imponer cualquier tipo de medida que prohíba, limite o condicione las relaciones comerciales de los nacionales con los extranjeros”. Lo anterior implica reconocer plenamente, definir puntualmente y garantizar jurídicamente el derecho a la libertad individual para comerciar como a cada quien más le convenga, algo que en México no sucede.
Leemos, en el artículo 131 constitucional, que “el Ejecutivo podrá ser facultado por el Congreso de la Unión (…) para restringir y para prohibir las importaciones, las exportaciones y el tránsito de productos, artículos y efectos, cuando lo estime urgente, a fin de regular el comercio exterior, la economía del país, la estabilidad de la producción nacional, o de realizar cualquiera otro propósito, en beneficio del país”. En México, el poco libre comercio que tenemos, puede ser eliminado por cualquier propósito (ojo: cualquier), que se le ocurra al Poder Ejecutivo.
Supongamos que tuviéramos, para todas las importaciones, libre comercio. Que en todos los casos fuéramos los consumidores, comprando o dejando de comprar, quienes determináramos, sin ninguna medida proteccionista impuesta por el gobierno, qué y cuánto se importa. Si fuera el caso, que no lo es, dado el artículo 131 constitucional el libre comercio no estaría ni total ni definitivamente garantizado, porque en cualquier momento, previa autorización del Congreso, el Ejecutivo podría imponer, ¡por cualquier propósito!, medidas proteccionistas.
En México el proteccionismo, éticamente injusto y económicamente ineficaz, es una amenaza real.
¿Qué es un tratado de libre comercio?
Un tratado de libre comercio, negociado por los gobiernos de los países involucrados, consiste en los compromisos asumidos por dichos gobiernos para reducir y eliminar las medidas proteccionistas impuestas a las importaciones de los países con los que se está negociando el tratado. Lo ideal es que, en un plazo de tiempo prudente para que las empresas nacionales se adapten a la competencia de las importaciones, se logre, para todas las importaciones, el libre comercio, situación en la cual los consumidores de cada país, comprando o dejando de comprar, determinan, sin ninguna intervención del gobierno, qué y cuánto se importa, ideal que está lejos de conseguirse.
Lo que se logran con los tratados de libre comercio es la eliminación o reducción de algunas de las medidas proteccionistas impuestas por los gobiernos, pero no el libre comercio para todas las importaciones. No confundamos un comercio internacional más libre (producto del pragmatismo liberalizante), con el libre comercio para todas las importaciones (producto del liberalismo de principio).
¿Qué pasa si una de las partes no cumple con el tratado? Las partes afectadas pueden reclamar y, si la parte incumplida no corrige, entonces pueden imponer sanciones, sobre todo aranceles, impuestos a la importación de productos exportados desde el país cuyo gobierno incumplió, lo cual puede desatar, al grito de arancel por arancel, una guerra comercial en la cual pagan justos por pecadores.
Supongamos que el gobierno del país A viola el tratado de libre comercio que tiene con el país B. Entonces el gobierno del país B, para compensar el daño, puede imponer aranceles a las importaciones de productos del país A, con lo cual perjudica, en primer lugar, a los ciudadanos de su país, el B, que consumen los productos importados del país A, cuyo precio aumenta consecuencia del arancel. También perjudica a los productores y exportadores de esos productos del país A, cuyos productos, por el alza de precios consecuencia del arancel, pierden competitividad.
Quien violó el tratado es el gobierno de A pero, con la imposición de aranceles de parte del gobierno de B, a quienes se castiga es a los consumidores de B, y a los productores y exportadores de A, que no tienen culpa alguna. Pagan justos por pecadores y, por si fuera poco, puede desatarse una guerra comercial.
¿Qué es una guerra comercial?
Una guerra comercial se da cuando los gobiernos de países entre los cuales hay, en alguna medida, libre comercio, imponen y escalan medidas proteccionistas, limitando y condicionando cada vez más las importaciones, pudiendo llegar a prohibirlas, afectando, en primer lugar, a los consumidores de sus propios países, y a los productores y exportadores de los otros países, quienes no la deben pero sí la temen, momento de recordar que el proteccionismo es éticamente injusto y económicamente ineficaz, siendo éste (injusticia e ineficacia) el resultado de las guerras comerciales.
¿Es posible sacar a México del T-MEC?
Leemos en el artículo 34.6 del T-MEC que “una Parte podrá denunciar este Tratado…”, denuncia que consiste en la manifestación unilateral, de parte del gobierno, de su intención de retirarse del tratado.
En el artículo 89, fracción X, de la Constitución, se lee que entre las facultades del presidente está la de “dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales, así como terminar, denunciar, suspender, modificar, enmendar, retirar reservas y formular declaraciones interpretativas sobre los mismos, sometiéndolos a la aprobación del Senado”. En el artículo 76, fracción I, se lee que entre las facultades del Senado está la de “aprobar los tratados internacionales y convenciones diplomáticas que el Ejecutivo Federal suscriba, así como su decisión de terminar, denunciar, suspender, modificar, enmendar,…”.
Si AMLO quisiera sacar a México del T-MEC no la tendría fácil, pero no imposible, sobre todo si recurre al discurso nacionalista, gobiernista y populista, partiendo de la afirmación, ¡falsa!, de que, de atenderse las reclamaciones de los gobiernos estadounidense y canadiense, se violaría la soberanía y el multicitado artículo 8 del T-MEC, que trata del reconocimiento del dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible de México sobre los hidrocarburos, nada de lo cual tiene que ver con las reclamaciones de los gobiernos estadounidense y canadiense.
¿Qué consecuencias podría tener la salida de México del T-MEC?
Las consecuencias serían las de la transición del libre comercio al proteccionismo: contracción del comercio exterior, tanto de exportaciones, por las medidas proteccionistas que impondrían los gobiernos estadounidense y canadiense, como de importaciones, por las que impondría, por la mentalidad medida proteccionista por medida proteccionista, el gobierno mexicano, sin olvidar el golpe, ¡uno más!, que se le daría a la confianza de los empresarios, de la que dependen las inversiones directas, de las que dependen producción, empleos e ingresos, de los que depende el bienestar.
Si el gobierno de Estados Unidos, país con el realizamos el 80 por ciento del comercio exterior, impusiera aranceles a las exportaciones de productos mexicanos, el gobierno mexicano, ya lo dijo Ebrard, podría imponer aranceles a las importaciones de productos estadounidenses, perjudicando en primer lugar a los consumidores mexicanos de esos productos, lo cual sería un error.
Recordemos que el libre comercio es una cuestión de tipo unilateral, que no necesita negociarse con ningún otro gobierno. Bastaría que el gobierno mexicano eliminara todas las medidas proteccionistas para tener libre comercio en México, en beneficio de los consumidores mexicanos. Desafortunadamente el paradigma es el del arancel por arancel, el de la guerra comercial, éticamente injusta, porque viola derechos, y económicamente ineficaz, porque aumenta la escasez y reduce el bienestar, lo que sucedería si AMLO sacara a México del T-MEC.