En el inconsciente colectivo debiese existir la idea de que, al Congreso, ya sea a la Cámara de Diputados como a la de Senadores, debiesen llegar los mexicanos que representen mejor las virtudes ciudadanas, ya que su misión más importante, entre otras más, es configurar las leyes que van a regir la conducta de los ciudadanos. Por tanto, la selección de los candidatos a los cargos legislativos y la conformación de las comisiones, debiesen ser escrupulosamente realizadas con criterios morales y de justicia.
Sin embargo, hoy más que nunca han llegado al Congreso legisladores que han sido cuestionados públicamente.
Hoy la nota es que la Comisión de la Niñez, en la Primera Legislatura del Congreso de la Ciudad de México, o sea, la Asamblea Legislativa de la CDMX, la presidirá Sandra Vaca, una diputada que se le vinculó con un escándalo de dimensión moral, como fue el caso de las recriminaciones al presidente del PRI en la Cd. De México, Cuauhtémoc de la Torre, acusado de obligar a las edecanes que trabajaban en su equipo a prostituirse para conservar sus cargos.
La relación de escándalos morales alrededor de algunos integrantes del Poder Legislativo debiese considerarse una llamada de atención para los partidos políticos, hoy que el tema que dio el triunfo al presidente López Obrador es la “renovación moral”, la cual debe empezar con el ejemplo en la clase política.
La nominación al Senado del líder minero Gómez Urrutia, cuando aún no ha logrado ser exonerado jurídicamente y lo único que ha tenido es el espaldarazo de figuras políticas, mientras un grupo de trabajadores mineros le sigue exigiendo cuentas por los 55 millones de dólares que desaparecieron del sindicato a cargo del hoy senador. El caso de la senadora Néstora Salgado, acusada de secuestro, sin que a la fecha exista una reivindicación judicial definitiva que convenza a la opinión pública.
El caso de los 17 candidatos que se hicieron pasar por transexuales, para ganar la nominación al Congreso del Estado de Oaxaca, violando así la paridad de género, de otro grupo que usurpó la identidad indígena para alcanzar una curul en el Congreso de Chiapas, de Noe Castañón, quien llegó al Senado acusado de violencia intrafamiliar, del asistente del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, de nombre Luis Morales Paniagua, a quien se le acusó de intentar obtener una diputación tomando la nominación que correspondía a una mujer, la sospecha de que 42 mujeres fueron despojadas de candidaturas, y otros escándalos más, nos hablan de una crisis moral en la clase política, la cual se origina en los mismos partidos políticos.
De entrada, una fuente de escándalos es la usurpación de candidaturas, o sea, un candidato o candidata gana una elección u obtiene una candidatura plurinominal o un cargo, pero es despojado por su propio partido para darle esa posición a alguien influyente que no la merecía.
Incluso, la posición de la hoy diputada del Congreso de la Ciudad de México Sandra Vaca, cuestionada por el caso de las edecanes y oficinistas obligadas a prostituirse, la logró esta influyente mujer habiendo sido suplente de la candidata priísta Edna Mariana Gutiérrez, quien sorpresivamente y sin justificación, renunció a su cargo, para dejarle el camino a Sandra Vaca.
El despojo del cargo de un legislador que obtiene la posición, para que en una burda simulación llegue otro aspirante sin méritos o impedido para obtener directamente el cargo, es una burla a los votantes.
Por tanto, el INE debiese enviar al Congreso de la República, o el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, la propuesta de eliminar la posición de suplentes, para que cuando un candidato ganador se vea imposibilitado de asumir el cargo, quien tome la posición sea el candidato que obtuvo el segundo lugar en el número de votos en esa demarcación.
De no hacerse esto, el descrédito de la clase política irá en aumento.
¿Usted cómo lo ve?
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