Una de las condiciones necesarias para elevar el bienestar de la gente, que depende de la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que dispone, mismos que hay que comprar, es que el dinero, por lo menos, preserve su poder adquisitivo, lo cual quiere decir que, al paso del tiempo, con la misma cantidad de dinero, se compra la misma cantidad de los mismos bienes y servicios.
Para que se preserve el poder adquisitivo del dinero se requiere que no haya inflación, definida, precisamente, como la perdida sostenida del poder adquisitivo del dinero, lo cual quiere decir que, al paso del tiempo, con la misma cantidad de dinero, se compra una menor cantidad de los mismos bienes y servicios, inflación que atenta contra el bienestar de las personas.
Eliminar la inflación es una tarea difícil. En lo que va del siglo XXI, del 1 de enero del 2001 al 28 de febrero pasado, en México se acumuló una inflación del 113.38 por ciento. Y del 1 de enero de 1970 (fecha en la cual se empezó a medir la inflación), al pasado 28 de febrero, la inflación acumulada fue del 851,386.96 por ciento. La inflación, a veces más alta, a veces más baja, ha sido una constante. Afortunadamente (suponiendo que en esto tenga algo que ver la fortuna), la tendencia actual es a la baja.
Según la información proporcionada recientemente por el INEGI, en términos anuales, la inflación en febrero fue 3.94 por ciento, que se compara favorablemente con la inflación de febrero de los dos años anteriores: 2017, 4.86; 2018, 5.34. Además, esa inflación se ubica dentro de la meta de inflación fijada por el Banco de México, que es del 3.0 por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error, por lo que la máxima inflación aceptable es del 4.0 por ciento, meta difícil de alcanzar. Durante el sexenio de Fox (2000 – 2006) la inflación promedio anual fue 4.44 por ciento. A lo largo de la administración de Calderón (2006 – 2012) 4.28. En el gobierno de Peña Nieto (2012 – 2018) 4.19 por ciento. En todos los casos, si bien es cierto que con tendencia a la baja, la inflación promedio anual se ubicó por arriba de la meta.
Uno de los principales requisitos para lograr, si no la preservación del poder adquisitivo de nuestro dinero, sí la menor pérdida posible del mismo, es que el Banco de México mantenga su autonomía frente al Gobierno Federal, para que la producción de dinero se decida, no en función de las necesidades de gasto del gobierno, que tienden a ser ilimitadas, sino del objetivo que la misma Constitución, en su artículo 28, le fija al Banco de México: procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional, meta que las autoridades monetarias ha interpretado (erróneamente) como una inflación del 3.0 por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error.
La meta de inflación, ¿no debería ser cero?
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