No hay que ser adivino para saber que la desenfrenada impresión de dinero en el mundo presagia una inflación estructural alta. Sólo como ejemplo: Argentina se encuentra en una situación tal que ya no puede satisfacer la demanda de papel moneda de cara a la elección general de octubre, así que en las próximas semanas importará 260 millones de billetes procedentes de Malta y Francia.
Y precisamente esa cuantía al alza en la impresión de pesos argentinos (que se hace en tres continentes), es reflejo de la aceleración de la inflación en el país sudamericano, que sólo en marzo alcanzó un récord del 7.7 por ciento.
Ha trascendido que la Casa de Moneda argentina no puede seguirle el ritmo a los requerimientos de nuevos billetes de su Banco Central, por lo que ya está haciendo más pedidos al extranjero, para lo cual lanzó dos licitaciones dirigidas a esos dos países y, de ser necesario, ambos concursos serán extendidos por dos meses.
Pero ese proceso de licitación ha sido criticado en Argentina por falta de transparencia; mientras, más allá de los pocos billetes de 2,000 pesos que circularán este año, el gobierno se niega a emitir papel moneda de mayor denominación para aliviar la mentada escasez. Una absurda negación de la realidad, como si evitar imprimir billetes de más valor fuera la causa de la inflación y no la irresponsable administración pública del país.
Así, a la montaña de billetes que fabrica la Casa de Moneda argentina, un promedio de 65 millones cada mes, se suman 200 millones que importa en igual lapso de España, Brasil y China, y los prometidos 260 millones de Malta y Francia.
Para que se dé una idea, cada billete procedente de Malta y Francia costará unos 12 centavos de dólar, pues se estima que cada lote de 1,000 ejemplares tendrá un precio de impresión que va de los 120 a los 125 dólares, así que Argentina pagará entre 31.2 millones y 32.5 millones de dólares, que no incluyen el transporte aéreo.
Parece que nadie les ha explicado a los gobernantes de ese país que si quieren encontrar al culpable de la inflación deberían verse al espejo.
Redefinen la inflación “normal”
A propósito de la inflación, prácticamente todos los bancos centrales están en suspenso o a punto de poner fin al ciclo de subidas de tipos de interés, pero no porque tengan “domada” la inflación sino todo lo contrario.
Como hemos explicado en este espacio, se ha alcanzado un punto en el que las tasas no seguirán subiendo, pero TAMPOCO van a bajar, ya que la inflación estructuralmente permanecerá alta.
Ante el dilema entre seguir subiendo tipos de interés y provocar un gran colapso económico recesivo o soportar un alza de precios crónica, las autoridades monetarias se inclinarán por esta última alternativa.
Con lo anterior, los banqueros centrales, en especial la Reserva Federal (Fed) estadounidense, “anclan” y dan por descontada una inflación elevada en la medida en que aumenta la trayectoria del gasto público, el déficit y la deuda. Con este análisis concuerda Michael Hartnett, estratega jefe de inversiones de Bank of America (BofA), sobre quien hemos puesto marcaje personal por sus acertadas previsiones.
Pese a que el mundo sigue teniendo una inflación subyacente alta, un desempleo bajo y tasas de interés reales negativas, dice que los bancos centrales están renunciando a subir las tasas, lo que redefinirá lo que es una inflación “normal”.
De ahí que los bancos centrales ya estén considerando activamente la posibilidad real de mejor aumentar sus objetivos de inflación en cuanto termine el actual ciclo de endurecimiento (retiro de la liquidez y alza de tasas de interés). El problema mayor es que esto tendrá vastas implicaciones en todas las clases de activos, la economía y la economía política, asegura Hartnett. Y tiene razón.
Sin embargo, parece que el mercado financiero y bursátil no ha captado aún el impacto, y hay quienes siguen esperando un aterrizaje suave y más subidas de tasas, mientras que otros se apresuran a prever una recesión de aterrizaje abrupto.
Sea cual fuere el caso, lo cierto es que lo importante es que, de fondo, la inflación más alta de lo acostumbrado en los últimos 20 a 40 años llegó para quedarse, en perjuicio de quienes no estén preparados con activos físicos que los protejan, como oro, plata, materias primas y bienes raíces.