Los temas del dinero son fascinantes, inflación incluida, que es la pérdida de su poder adquisitivo, de tal manera que, al paso del tiempo, con la misma cantidad de dinero, se compra una menor cantidad de los mismos bienes y servicios, situación contraria al bienestar que aumenta si, al paso del tiempo, con la misma cantidad de dinero, se compra una mayor cantidad de los mismos bienes y servicios, teniéndose entonces deflación, misma que para muchos economistas es un mal más grave que la inflación, debiendo distinguirse entre la buena deflación, consecuencia de los aumentos en la oferta agregada, y la mala deflación, resultado de las disminuciones en la demanda agregada.
La inflación ha sido la constante desde, para no irme muy atrás, 1970. Entre enero de 1970 y mayo de 2022 se acumuló en México una inflación del 999,605.62 por ciento, 17.76 en promedio anual. En términos anuales la mayor se registró en febrero de 1988, 179.73, y la menor en diciembre de 2015, 2.13.
Desde hace dos años enfrentamos un repunte en la inflación, que la ha llevado, de 2.15 por ciento, en abril de 2020, a 7.88, durante la primera quincena de junio, con el Banco de México utilizando la herramienta con la que cuenta para combatirlo: la Tasa de Interés Interbancaria, TII, aplicando la receta: si la inflación aumenta debe aumentar la TII, receta que no ha sido eficaz. Entre mayo de 2021 y mayo de 2022 la TII aumentó de 4.00 por ciento a 7.00 y la inflación brincó de 5.89 a 7.88 por ciento.
Mucho hay que decir al respecto de la inflación (algo he dicho en anteriores Pesos y Contrapesos). Hoy centro la atención en el “horizonte de pronóstico” de la política monetaria, es decir, en la fecha en la cual las autoridades monetarias esperan que, gracias a los aumentos en la TII, la inflación vuelva estar dentro de los márgenes de la meta, tres por ciento más menos un punto porcentual de margen de error (entre 2.00 y 4.00 por ciento).
En el primer anuncio de política monetaria del año, 10 de febrero, cuando la TII aumentó de 5.50 a 6.00 por ciento, se esperaba que la inflación estuviera dentro de la meta, en 3.4 por ciento, en el primer trimestre de 2023. En el segundo, 24 de marzo, cuando la TII se incrementó de 6.00 a 6.50 por ciento, se esperaba que la inflación estuviera dentro de la meta, en 3.4 por ciento, en el segundo trimestre de 2023. En el tercero, 12 de mayo, cuando la TII aumentó de 6.50 a 7.00 por ciento, se esperaba que la inflación estuviera dentro de la meta, en 3.5 por ciento, en el segundo trimestre de 2023. En el más reciente, 23 de junio, con la TII pasando de 7.00 a 7.75 por ciento, se espera que la inflación esté dentro de la meta, en 3.5 por ciento, en el tercer trimestre de 2023. Horizonte de pronóstico: de 3.4 por ciento en el primer trimestre de 2023 a 3.5 en el tercero.
En todos los comunicados leemos (la redacción es la misma), que “la postura de política monetaria se ajusta a la trayectoria que se requiere para que la inflación converja a su meta de 3% dentro del horizonte de pronóstico”, mismo que se amplía cada vez más, desde el primer trimestre de 2023, en el anuncio de política monetaria del 10 de febrero, hasta el tercero, en el del pasado 23 de junio, lo cual indica que los ajustes en la postura de política monetaria, los aumentos en la TII, no han sido eficaces. ¿Qué ha fallado? ¿La medicina? ¿La dosis? ¿El momento de aplicarla?
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