Queda claro que, en el mejor de los casos, AMLO desconfía de la iniciativa privada. También queda claro que algunos de los miembros de su gabinete consideran al empresario como un mal que hay que eliminar. Lo dijo Víctor Manuel Toledo, secretario de Semarnat: “El virus más fatal que hay en la sociedad es el virus del empresario”. Y a los virus hay que eliminarlos.
¿Qué me dirían si, contradiciendo a Toledo, afirmo que el empresario es un benefactor, alguien que hace el bien? ¿No lo creen? Veamos.
Empecemos por abajo, por los zapatos que traemos puestos, que evitan que vayamos por la vida descalzos. ¿A quién se los debemos? A los empresarios que se dedican a producir, ofrecer y vender zapatos. Terminemos por arriba, por los anteojos que usamos, que nos permiten ir por la vida viendo con claridad. ¿A quién se los debemos? A los empresarios que se dedican a producir, ofrecer y vender desde los lentes hasta los armazones. Desde los zapatos hasta los anteojos se los debemos a los empresarios.
¿Cuál es la esencia de la actividad empresarial? La producción, oferta y venta de satisfactores, desde zapatos hasta anteojos, y un L-A-R-G-U-Í-S-I-M-O etcétera, con los cuales, como su nombre lo indica, satisfacemos nuestras necesidades. Vistas así las cosas, ¿es o no el empresarios alguien que le hace el bien a los demás? ¿Es o no benefactor?
Se puede argumentar que el empresario sería benefactor si, en vez de vendernos los satisfactores, nos los regalara. Ojalá y pudiera, pero no puede. Como consumidor tengo claro que, si quiero seguir teniendo desde zapatos hasta anteojos, tengo que estar dispuesto a pagarle, a quien los produce, ofrece y vende, un precio que, por lo menos, le permita recuperar su costo de producción. El precio que hay que pagarle al empresario por lo que nos ofrece no es producto de su capricho sino del hecho de que producir satisfactores cuesta.
Pero además, ¿cuál es la muestra más clara de que, lo que los empresarios hacen (producir, ofrecer y vender satisfactores), nos beneficia? Que estamos dispuestos a pagar un precio por esos bienes o servicios. ¿Quién paga por algo que no lo beneficia? Nadie.
Mucho es lo que puede decirse del empresario, pero a la hora de juzgarlo lo primero que hay que hacer es responder la pregunta por la esencia de su actividad y tener claro que un empresario se beneficia (genera ingresos y obtiene utilidades) solo si beneficia al consumidor. Es en este sentido que el empresario es un benefactor, alguien que le hace el bien a los demás, lo cual no quiere decir que deba hacerlo gratuitamente.
Mal marchará la economía de un país en el cual el gobierno cree, en el mejor de los casos, que la empresa privada es un mal necesario (que debe ser sobre regulada) o, en el peor, que es un mal prescindible (que debe ser expropiada). ¿Será el caso de México?
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