Después de la reunión que sostuvo con el Consejo Mexicano de Negocios, AMLO dijo que se trabajará para hacer de México una potencia económica, que se priorizará la creación de empleos, que la meta es un crecimiento de la economía del 4 por ciento.
Ojalá que la economía crezca al 4 por ciento en los próximos años. Ojalá que, consecuencia de ello, y del buen comportamiento de otras variables involucradas, México llegue a ser una potencia económica, con una clase medida, no solamente capaz de generar ingreso suficiente para satisfacer correctamente sus necesidades, sino para ahorrar, ahorro que es el primer paso en el camino del progreso económico. Todo ello está muy bien y ojalá se logre.
La pregunta es si la creación de empleo debe ser la prioridad, de las políticas económicas del gobierno, por un lado, y de las inversiones directas de los empresarios, por el otro. Los empresarios, ¿deben invertir directamente con el objetivo de crear empleos, o la creación de empleos es la consecuencia de haber invertido directamente con el objetivo de producir bienes y servicios para ofrecérselos a los consumidores con la intención de obtener una ganancia?
Hace muchos años, en una plática que di a un grupo de empresarios, afirmé que el fin del empresario debe ser generar utilidades, para lo cual debe servir al consumidor, ofreciéndole bienes y servicios, como el consumidor quiere ser servido en términos de precio, calidad y servicio. Uno de los asistentes, molesto, se levantó y me dijo que no, que yo estaba equivocado, y que el objetivo del empresario debe ser crear empleos. Le pregunté que, si ese es el objetivo del empresario, por qué no contrataba el doble o el triple de trabajadores. Su respuesta fue: “Porque no es rentable”, con lo cual me dio la razón.
El reto no es crear empleos, sin más, sino empleos productivos, productividad que, dicho sea de paso, es una de las condiciones que debe cumplirse para que aumenten las remuneraciones de los trabajadores (la otra es que la demanda de trabajadores de parte de los empleadores sea mayor que su oferta de la parte de la población). En México el reto es la creación de empleos productivos, productividad que, definida como la capacidad para hacer más con menos, es uno de los talones de Aquiles de la economía mexicana. Entre 2002 y 2016 la productividad laboral en México creció, en promedio anual, 0.3 por ciento. En los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, a la cual pertenece México, aumentó 1.2 por ciento, cuatro veces más. En el cuarto trimestre del 2017, con relación al cuarto trimestre del 2016, la productividad laboral en México, según el Índice Global de Productividad Laboral de la Economía, que mide la relación entre la producción de bienes y servicios y el número de horas trabajadas, decreció 0.1 por ciento.
El reto: crear empleos productivos.
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