Según el American Film Institute, una de las mejores comedias estadounidenses y catalogada así en todas sus listas, es el filme de 1963 “El mundo está loco, loco, loco, loco”. Dirigida por Stanley Kramer y con un reparto estelar de los cómicos de aquel tiempo en los Estados Unidos. La cinta relata como 8 automovilistas, todos diferentes, coinciden en una autopista en el desierto americano. Rebasados por un vehículo a gran velocidad que derraparía para quedar destruido junto al camino. Ante estos 8 coincidentes testigos revela su moribundo conductor, que como gran ladrón ha escondido un cuantioso botín. Ahí empieza una alocada carrera de los conductores motivados solamente por la ambición de ser los primeros en encontrar el jugoso e ilegal manjar.
En la carrera las diversas situaciones exhiben el gran drama cómico y terminan por enfrentarse entre todos a la velocidad que la misma vida los lleva. Los escenarios actuales parecen mostrar que el mundo está loco, loco. Quien iba a pensar que en octubre del 2016 el Papa Francisco asistiría como testigo en Suecia a la apertura del año luterano celebrando los 500 años de la reforma protestante y reivindicando a quien la Iglesia Católica había nombrado como “el peor de los herejes”. Inácio Lula recupera su libertad tras años de reclusión por corrupción y gana en las elecciones del Brasil. Donald Trump quien tomó el capitolio al final de su gobierno, anuncia su intención de reelegirse por la presidencia y recuperar la grandeza de américa. En Argentina se encarcela a Cristina Fernández y se le inhabilita para ocupar cargos públicos al mismo tiempo que la bolsa de valores de aquel país da un vuelco positivo en medio de una de sus peores crisis económicas.
En Perú, el Congreso ha destituido al ahora expresidente Pedro Castillo, quien desde su triunfo en julio de 2021 ha enfrentado en tres ocasiones la destitución acusado de corrupción durante su gobierno. Como resultado de la presión política el mandatario, formado como maestro rural en las regiones más complicadas del Perú, lanzó un video a la nación anunciando que suprimía el congreso y reacomodaba el poder judicial insistiendo que ahora el combate contra la delincuencia se lograría mediante la emisión de decretos ley. El propio congreso desestimó el anuncio y lo destituyó. Pedro Castillo era detenido por la policía con apoyo de su propia escolta. Mientras tanto en México se anunciaba que, aunque la política mexicana se rige por la libre autodeterminación de los pueblos, se ofrecía todo el apoyo al expresidente Castillo en tierra mexicana. A la crisis de Castillo se le catalogó como un “golpe blando”, como si el golpe fuese menos según la condición de quien golpea.
El mundo está loco. Se gobierna como al violín, tomando el poder con la izquierda, pero ejecutando con la derecha. La violencia continua y la estrategia parece correr en otro sentido. Todos apoyan el populismo siempre y cuando signifique mayores apoyos económicos individuales y solitarios. La corrupción se combate con la discrecionalidad de confiar en la palabra y no en la razón. Tras 4 años de combate simulado, no hay un solo caso en firme contra este lacerante lastre. Hoy se habla de derechos y nadie habla de obligaciones. El mundo está loco.