En una mesa de análisis del debate con representantes de los candidatos, cada uno dio como ganador al que representaba. No pocos televidentes que vieron el debate consideraron ganador al candidato que ya les simpatizaba. El grado de fanatismo político parece rebasar al fanatismo en el futbol, pues cuando el equipo preferido juega mal muchos fanáticos lo critican, lo que parece no suceder cuando le va mal al candidato preferido.
El Bronco fue ocurrente, y como sabe que no ganará dijo lo que piensa, como cortar una mano a los ladrones, y aunque refleja que no ha leído la Constitución, su comentario les cayó bien a muchos que han sido víctimas de robos y sus autores quedaron impunes.
Margarita se vio fluida en sus respuestas y comentarios, la satanizaron por ser esposa de un expresidente que, por cierto, entregó al actual gobierno el país con el doble de crecimiento y una menor inflación.
A José Antonio Meade le cuestionaron su silencio ante la corrupción del partido que representa. Muy difícil para un candidato con fama de honesto hablar del tema cuando representa a un partido y gobierno considerados los más deshonestos en la historia moderna de México.
López Obrador, quien va a la cabeza en las encuestas, prefirió no contestar preguntas incomodas y limitarse a repetir las frases que le han funcionado. No aclaró las imputaciones de incongruente por tener en su equipo a quienes calificó de corruptos en su libro y el haber sido miembro del PRI con el gobierno de Salinas.
Anaya, dado como ganador por las encuestas serias, no en las que el PRI usa robots, como en las redes sociales, fue el mejor preparado con sus respuestas. Respondió bien a las acusaciones de deshonestidad. Culpó de facciosa a la PGR por acusarlo sin pruebas y a EPN de proteger a gobernadores corruptos del PRI. Citó el caso de Coahuila. Dijo que se detuvo a gobernadores corruptos donde hay alternancia, no donde el PRI sigue en el poder.
Fue un ejercicio democrático bien coordinado por Denise Maerker, Azucena Uresti y Sergio Sarmiento, quienes lanzaron preguntas duras e incomodas a los panelistas, como la del caso de la corrupción gobierno-Odebrecht, que solo en Venezuela y México han quedado impunes.