En el primer discurso que pronunció AMLO después de las elecciones se comprometió a 1) no expropiar; 2) a respetar la libertad para emprender; 3) a respetar la autonomía del Banco de México; 4) a mantener la disciplina fiscal, todo lo cual es indispensable para apuntalar la competitividad del país, la capacidad de la economía mexicana para atraer, retener y multiplicar inversiones directas, que producen bienes y servicios, crean empleos y generan ingresos. Hoy centro la atención en el último compromiso, mantener la disciplina fiscal.
Lo cito textualmente, “habrá disciplina financiera y fiscal”, y pregunto, ¿en qué consiste dicha disciplina?, pregunta imposible de responder, como debe ser, en el breve espacio de un artículo periodístico, por lo que centro la atención en lo esencial.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que lo fiscal tiene dos frentes, el de los ingresos y el de los egresos. El de los ingresos tiene, a su vez, tres frentes: el de los impuestos, el de la deuda, el de la venta de activos. Por el lado de los egresos también encontramos tres frentes: el del gasto en las tareas propias del gobierno (seguridad y justicia), el del gasto social (satisfacción de necesidades), el del gasto económico (inversiones). Por lo general cuando se habla de disciplina fiscal se centra la atención en el frente de los ingresos, dejando en segundo lugar el de los egresos, lo cual es un error. Tan importante es el “en qué gasta el gobierno” como el “cómo lo financia”.
¿Qué debe entenderse, por el lado de los ingresos, por disciplina fiscal? Fundamentalmente tres cosas. Primera: que el gasto se financie, primordialmente, con impuestos. Segunda: que si se recurre al endeudamiento éste se invierta productivamente de tal manera que genere los ingresos necesarios para liquidarlo (como lo exige el artículo 73 constitucional). Tercera: que si se contrae deuda (como lo hace el gobierno mexicano) se obtenga un superávit primario (diferencia entre ingresos y gastos, sin contar el pago de la deuda), de tal manera que, cubierto el presupuesto, reste dinero para pagar lo que se debe, lo cual evita tener que contraer deuda nueva para pagar deuda vieja, clara señal de que las finanzas gubernamentales se están entrampando.
Disciplina fiscal, para el próximo gobierno, debe significar, por lo menos, obtener superávit primario y, por lo más, tal y como lo ha dicho AMLO (¿será capaz de cumplirlo?), no contraer más deuda, misma que ha crecido de manera preocupante en los dos últimos sexenios (Calderón y Peña). En 2000, 2006, 2012 y 2017 la deuda total del sector público federal, como porcentaje de sus ingresos presupuestarios, fue: 112.9, 87.7, 152.3 y 203.9 por ciento. Esta tendencia no solo debe frenarse sino revertirse. El próximo gobierno, ¿estará dispuesto a hacerlo? Esa sería su mejor contribución a la disciplina fiscal.
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