Tres de tres: pérdida de empleos, pérdida de ingresos, pérdida del poder adquisitivo del dinero. En México tenemos las tres, con una ventaja: la pérdida en el poder adquisitivo de nuestro dinero es relativamente baja: 3.17 por ciento, en términos anuales, durante la primera quincena de junio, y con tendencia a la baja: en 2018 y 2019 fue, respectivamente, 4.54 y 4.00 por ciento.
Terminamos el 2019 con una inflación de 2.83 por ciento. Según la media de las 38 respuestas recibidas por el Banco de México en la encuesta sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado, correspondiente a mayo, terminaremos 2020 con una inflación de 3.44 por ciento, mayor que la de 2019, pero todavía dentro de la meta de inflación del banco central, que es del tres por ciento más menos un punto porcentual de margen de error. El que la inflación se mantenga dentro de la meta es positivo.
Si la situación económica ya es difícil por la pérdida de empleos e ingresos, se complicaría mucho más si se le sumara una mayor pérdida en el poder adquisitivo del dinero. Muchas familias contarían con menos dinero, con menor poder adquisitivo, el peor de los mundos posibles, tal como sucedió, consecuencia del tristemente célebre error de diciembre de 1994, durante 1995, el año del Efecto Tequila. En 1994 la economía creció 4.9 por ciento y la inflación fue del 7.05 por ciento. En 1995 la economía decreció 6.3 por ciento y la inflación repuntó hasta el 51.97 por ciento. De los males el mayor.
La situación fue distinta en el 2009, el año de la Gran Recesión. En 2008 el crecimiento de la economía fue 1.1 por ciento y la inflación alcanzó 6.53 por ciento. Un año después, en 2009, la economía decreció 5.3 por ciento y la inflación se redujo a 3.57 por ciento. De los males el menor.
El que sobre la producción de bienes y servicios se generen presiones recesivas, consecuencia de la caída en las inversiones directas, consecuencia de la pérdida de confianza de los empresarios en el gobierno, no implica, necesariamente, que la inflación repunte. Todo dependerá de que el banco central, en nuestro caso el Banco de México, cumpla con la única tarea que verdaderamente lo justifica: preservar el poder adquisitivo del dinero, de tal manera que, con la misma cantidad de dinero, al paso del tiempo, se pueda comprar la misma cantidad de los mismos bienes y servicios, condición necesaria para que las familias puedan elevar su bienestar, fin último de la economía (tanto de la actividad económica como de la ciencia económica).
Todo indica que, con relación al comportamiento de la inflación, el 2020 será un año tipo “Gran Recesión”, con inflación baja, y no uno tipo “Efecto Tequila”, con fuerte repunte inflacionario. De los males el menor.
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