No faltan quienes aseguran que el tema de la legalización de la marihuana, no tan importante como otros, es una cortina de humo para desviar la atención de esos otros, los verdaderamente importantes. No lo es. Al contrario.
Si se legalizara, desde la producción hasta el consumo de cualquier droga, se limitaría a los narcotraficantes a ser eso: traficantes de narcóticos, productores, oferentes y vendedores de drogas, eliminándose la parte criminal que hoy acompaña al narcotráfico: extorsiones, secuestros, torturas, asesinatos, consecuencias de que los narcotraficantes, dada la prohibición, que abarca desde producción hasta consumo, no pueden competir en la legalidad, debiendo guerrear en la ilegalidad.
¿Cuándo oímos hablar del alcoholtraficante o del tabacotraficante, con el mismo significado que tiene el término narcotraficante, el de delincuente?
¿Cuándo oímos hablar de la guerra entre el cartel X y el Y de alcoholtraficantes, o de la guerra entre los cárteles X y Y de tabacotraficantes?
Y no pasemos por alto que tanto el alcohol como el tabaco son sustancias que crean vicio, cuyo principal inconveniente no es el daño a la salud y la amenaza a la vida del vicioso, sino un inconveniente de tipo ético: hay algo (una droga), que domina a alguien (una persona), cuando lo que va con la dignidad del ser humano es lo contrario: que sea la persona (el alguien), quien domine a la droga (el algo).
¿Cuál es la diferencia entre los alcoholtraficantes y tabacotraficantes, por un lado, y los narcotraficantes, por el otro?