Las turbulencias financieras que están pasando varias economías emergentes ya son motivo de preocupación en los principales foros internacionales y se vuelven una amenaza para el Fondo Monetario Internacional (FMI) que ve este problema como un tsunami que se le viene encima.
Christine Lagarde, la directora gerente del FMI, advirtió el pasado 11 de octubre en una conferencia en Bali, Indonesia, que los gobiernos de los mercados emergentes deben hacer uso “de todas las políticas y herramientas” que tengan al alcance, para evitar más salidas de capitales y contener la situación.
Hemos comentado aquí las incidencias que están pasando en Irán, Turquía, Argentina, Indonesia, Sudáfrica y otras naciones que están viendo devaluarse sus monedas frente al dólar, lo que ha provocado una mayor demanda de oro en todos ellos, por cierto.
La principal causa de estas depreciaciones es el fin del dinero barato y las alzas de tasas de interés por parte de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos.
Durante la recesión global, los tipos de interés fueron deprimidos a mínimos históricos y los inversionistas, en busca de rentabilidad, llevaron su dinero a las economías emergentes. En consecuencia, ahora que los intereses suben en EU, ese flujo de inversiones se está revirtiendo.
Pero el ‘pecado original’ de muchos de estos países está en el desbalance financiero de sus gobiernos, como el caso de Turquía, donde la intervención en el banco central y aumento de gasto con fines políticos los tiene en la actual situación. En el caso de Irán, la retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear fue un duro golpe para la economía de Medio Oriente, pues depende de sus exportaciones de petróleo para contar con los suficientes dólares para cubrir sus necesidades.
La gran preocupación de Lagarde y del FMI es que, si la situación de los emergentes empeora, podría tener problemas para apoyar a todos los países que lo requieran. Por ejemplo, el organismo multilateral acordó dar un préstamo de 57,000 millones de dólares a Argentina, convirtiéndose así en el mayor paquete de rescate que ha otorgado el organismo en su historia.
Por otro lado, Pakistán ya solicitó un préstamo de 7,000 millones de dólares a esa institución monetaria. El temor es que más solicitudes como ésta se acumulen y los rescates se vuelvan más caros. El organismo tendría poco margen de maniobra a menos que sus países miembro hagan aportaciones más grandes para contener esta crisis.
Hay economías emergentes que están relativamente mejor posicionadas para afrontar los choques, como México, pero los riesgos siguen latentes para todos.
Con una alta deuda pública heredada del gobierno de Enrique Peña Nieto, el gobierno de López Obrador tendrá poco espacio para cumplir todas sus promesas y la tentación de desbalancear las finanzas públicas es alta. Además, con señales negativas para los mercados, como la posible cancelación del Nuevo Aeropuerto (NAIM) en Texcoco y ocurrencias que se han anunciado, como la construcción de refinerías (financieramente inviables), derroche en el Tren Maya, gasto social, siembre de 1 millón de hectáreas o dejar de exportar petróleo, las cosas no pintan nada bien.