Leímos la nota: “AMLO buscará que filósofos, antropólogos, psicólogos, especialistas, escritores, poetas, activistas, indígenas y líderes de diferentes religiones elaboren una Constitución ‘moral’”, búsqueda que resulta preocupante, y que muestra la intención de AMLO de meterse en terrenos, los de la moral, que a ningún gobierno le competen, como tampoco le competen los de la ética. Los terrenos de la moral son los de las costumbres, los terrenos de la ética los de los principios, terrenos que son propios de cada persona, no del gobierno, cuyo terreno es el de lo legal, legalidad que no hay que confundir con lo ético o con lo moral.
Cada persona tiene el derecho de practicar la moral (costumbres) que le plazca, y de seguir la ética (principios) que considere correcta, con un único límite: no violar derechos de terceros, violación que las leyes deben prohibir, consistiendo en ello lo legal: leyes justas que prohíban la violación de derechos, con el complemento indispensable: un gobierno que las haga valer y que castigue a quien no las cumpla.
La idea original de Constitución, que ha degenerado con el tiempo, era la de un documento en el cual se establecen, con la intención de salvaguardar los derechos de los ciudadanos, los límites del poder gubernamental, poder que es el de prohibir, obligar y castigar, debiendo limitarse a su legítima esfera, consistiendo en ello la esencia del Estado de Derecho.
La moral tiene que ver con las costumbres, la ética con los principios, y lo legal con las leyes necesarias para salvaguardar los derechos de los ciudadanos frente a las violaciones, tanto del gobierno, como de otros cuidadnos. Obviamente que hay una relación entre moral, ética y legalidad (de entrada lo legal debe respetar lo que es ético y considerar lo que es moral), pero no son lo mismo. De estas tres realidades la única que requiere de una Constitución es la legal, la que tiene que ver con las leyes redactas, promulgadas y sancionadas por el gobierno, con el fin de que éste no se extralimite.
Lo moral y lo ético no requieren de una Constitución, sobre todo porque, si de una verdadera Constitución se trata, su observancia se vuelve obligatoria, y la práctica de ciertas costumbres, y la observancia de determinados principios, siempre y cuando no se violen derechos de terceros, no debe ser obligatoria, mucho menos impuesta por la fuerza del gobierno.
La intención de López Obrador de redactar, y supongo que de promulgar, una Constitución moral, es motivo para considerarlo una amenaza para la libertad individual. Hizo referencia a una Constitución moral, no a una cartilla moral, como lo es el Manual de Carreño, debiendo preguntarnos cuál es la principal característica de las constituciones. Deben cumplirse. ¿Cuántos pasos hay de la intención de redactar una Constitución moral a la orden “O haces lo que te digo o te castigo”?
¿Constitución moral? ¡Cuidado!
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