En este espacio hemos advertido que los bancos centrales no tienen intención de abandonar (hasta ahora) el combate a la inflación para enfocarse en la protección del sector bancario. Es más, tampoco se prevé que comiencen a reducir las tasas de interés para evitar una recesión que, de hecho, ansían.
Ni los recientes fracasos bancarios ni las tensiones en el mercado financiero han cambiado el rumbo de la política monetaria, que sigue (correctamente) centrada en el objetivo de controlar la inflación, una lucha en la que el arma clave es la subida de tasas de interés.
Lo que sí podemos esperar son más aumentos a las tasas de interés, cuyo punto final dependerá probablemente de cuánto afecte ese episodio a la confianza y al crédito bancario.
En ello coinciden incluso algunos gestores de activos del “mainstream” como BlackRock, que desde hace tiempo ha señalado que la reducción de la inflación hasta el objetivo del 2 por ciento de los bancos centrales provocaría daños económicos y financieros.
La Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos inició el ciclo de subida de tasas de interés más rápido desde principios de los años ochenta, y el Banco Central Europeo (BCE) ha puesto fin a más de una década de tipos de interés ultrabajos. Ahora se está materializando el costo de estas medidas.
El fracaso de dos bancos regionales en EU, las presiones sobre un importante banco suizo y el aumento en los costos de endeudamiento del gobierno británico en 2022 son importantes ejemplos de que los bancos centrales sabían que la subida de los tipos de interés provocaría daños económicos y financieros, pero que eso era necesario para controlar la inflación, que –por cierto– aún no está bajo control y sigue muy lejos de las metas oficiales.
La administradora de fondos más grande del mundo, BlackRock, asegura que –en una comparación con el pasado– la política monetaria es más restrictiva para la actividad económica.
Si bien los bancos centrales pudieron haber adoptado un enfoque más flexible para llevar la inflación al objetivo, desde hace tiempo están orientados a combatir el aumento general de precios, y la recesión sigue siendo la única forma de poner a la inflación cerca de la meta del 2 por ciento.
Comprometidos en esa lucha, los bancos centrales han tomado decisiones difíciles a pesar de los costos y han sido reacios a adoptar un enfoque flexible en su intento de alcanzar la inflación objetivo. Piensan, quizá, que retractarse en su empeño amenazaría su credibilidad (y tienen razón).
BlackRock estima que la inflación se estabilice más cerca del 3 por ciento, incluso si los bancos centrales alcanzan su punto de inflexión antes de que la inflación vuelva al 2 por ciento. En tanto, la Fed y el BCE seguirán empeñados en combatir las alzas de precios, incluso si en el camino hay obstáculos.
Como le digo, esta separación de objetivos implica que los bancos centrales no actuarán para proteger al sector bancario en caso de un agravamiento de la reciente crisis.
La Fed se está enfocando en contener la inflación mediante la subida de las tasas de interés, mientras que la protección al sector bancario es abordada con medidas y políticas gubernamentales específicas para restaurar la estabilidad financiera, como la compra temporal de activos.
Más alzas de tasas y/o mantener los niveles actuales por más tiempo
Para decirlo con claridad: quienes confían en que una bajada de tasas de interés está “a la vuelta de la esquina” para beneficio de los mercados bursátiles y activos de riesgo, se llevarán una gran sorpresa.
En este punto, la inflación en Estados Unidos está al triple del objetivo del 2 por ciento de la Fed con una economía sobrecalentada y una demanda de empleo vigorosa.
Incluso si la Fed detuviera pronto su escalada de tipos, los mantendrá elevados por largo rato hasta cumplir su objetivo de provocar una inflación que tumbe la demanda agregada y por fin haga que los precios se desinflen hacia el objetivo de inflación del 2 por ciento.
Es momento, entonces, de aprovechar las subidas de activos de riesgo para vender y mejor comprar activos que se beneficiarán de la crisis y la recesión que llegarán después. En tiempos de relativa calma –como los actuales– hay que tomar previsiones para la tormenta y no estar simplemente esperanzados en que la inflación va a desvanecerse “como por arte de magia”.