Una forma de valorar los resultados de la batalla contra el COVID en México es confrontarlos con los demás países.
Al compararnos con otros países de Latinoamérica somos de los que menos vacunas hemos aplicado por habitante. Según datos dados a conocer por la Universidad de Oxford, en México aplicaron hasta la semana pasada, febrero del 2020, 0.6 vacunas por cada 100 habitantes, mientras en Argentina 1.8, el doble que en México; en Brasil, 1.94, 3.5 veces más que en México y en Chile 5.58, casi 10 veces más que en México.
En cuanto a las muertes por COVID también andamos mal. Si nos comparamos con Japón, donde tienen la cultura y la cortesía, de usar cubrebocas por cualquier gripa y ahora más por COVID, y tienen los mismos habitantes que México, 126.1 millones y en Japón 126.5 millones, tenemos, a la segunda semana de febrero de 2021, 174 mil muertes acumuladas por COVID; mientras Japón en ese mismo lapso, 6,966. Es decir, las muertes en México, con los mismos habitantes, son 25 veces mayores a las de Japón.
Muchos mexicanos no creen en la peligrosidad de la pandemia hasta que se les muere un pariente o amigo cercano que, sumados a la falta de credibilidad en el gobierno, y el mal ejemplo del presidente al menospreciar el uso de cubrebocas, han cooperado al aumento de los contagios y muertes por COVID.
Los gobiernos que más éxito han tenido en la lucha contra la pandemia, como el de Uruguay, es porque su presidente, Lacalle, escucha a un grupo de expertos que convocó, y son quienes analizan las estrategias en todo el mundo y le dicen al Presidente las que debe poner en práctica. En México, el Presidente dice cuáles son las estrategias, y sus servidores, no colaboradores, justifican y hacen lo que les dice.
Si les insinúa que el cubrebocas no sirve, dicen que el cubrebocas no es necesario. En la aplicación de vacunas antepusieron las ventajas políticas de hacerlo el Estado monopólicamente, con la ayuda de personal de la Secretaría de Bienestar, con chalecos de MORENA o de “servidores de la nación”, a convocar a empresas privadas, supermercados, farmacias, y otras instituciones y organismos privados, para coordinarse en su distribución y aplicación, como en EUA, para lograr una mayor eficiencia y una mayor rapidez en la vacunación. En esas omisiones radican las principales causas de los malos resultados.
@luispazos1