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De las expectativas

Las expectativas de los economistas no sirven para conocer el futuro: ¿cuánto crecerá la economía?, ¿cuál será la inflación?, ¿cuál será el tipo de cambio peso – dólar?, ¿cuál será las tasas de interés?, variables cuyo comportamiento depende de las decisiones de miles de agentes económicos en torno a las inversiones directas, de las que dependen la producción (más inversiones directas = más producción, y viceversa), y el crecimiento de la economía (mayor producción = mayor crecimiento, y viceversa); de las decisiones en torno a los precios, cuyos movimientos a la alza (baja), generan presiones inflacionarias (deflacionarias), y a las decisiones de las autoridades monetarias en torno a qué hacer con la cantidad de dinero que se intercambia en la economía, cuyo crecimiento excesivo (decrecimiento), genera inflación (deflación); de las decisiones de quienes especulan con los tipos de cambio, comprando barata (vendiendo cara), una divisa con la intención de venderla cara (comprarla barata), lo cual ocasiona la depreciación (apreciación), de los tipos de cambio; de las decisiones de quienes prestan dinero, a quienes les convienen que la tasa de interés sea la mayor posible, y de quienes lo piden prestado, a quienes les conviene que se la menor posible, tasa de interés que será el resultado del acuerdo entre las partes involucradas: a la que el prestamista está dispuesto a otorgar el préstamo y a la que el deudor está dispuesto a aceptarlo.

El comportamiento de las variables económicas depende de las decisiones de miles de antes económicos, que resuelven qué hacer a partir de la información de la que disponen y de las expectativas que se formen en torno al futuro. Si un economista afirma que él sabe, por poner uno de los casos más socorridos, cuál será el tipo de cambio peso – dólar en cualquier momento futuro, debe saber cuáles serán la decisiones de los miles de agentes económicos que participan diariamente en el mercado cambiario, tanto de quienes lo hacen, o con fines especulativos (comprar barato para vender caro), o con fines comerciales (comprar dólares para pagar importaciones), o con fines precautorios (comprar dólares para guardarlos por considerarlos mejor depósito de poder adquisitivo que el peso).

¿Habrá un economista que cuente con toda esa información, que está dispersa entre miles de agentes económicos? Y, si tuviera acceso a ella, ¿la compartiría con lo demás, sabiendo del enorme beneficio que podría obtener de contar con ella en exclusiva y de actuar en consecuencia?

Si yo supiera, a ciencia cierta, cuál va a ser el tipo de cambio en cualquier momento futuro, sabría en qué momento comprar dólares y en qué momento venderlos, y sería un persona cada vez más rica. Si compartiera esa información con los demás, y los demás actuaran en consecuencia, mi ganancia se iría diluyendo, hasta el momento en el que llegaría a ser mínima, lo cual no me conviene. ¿Cómo evitarlo? No compartiendo esa información.

Vuelvo a la pregunta, ¿habrá un economista que cuente con toda la información necesaria para poder predecir, con exactitud, el comportamiento del tipo de cambio peso – dólar, o de la tasa de interés, o de la inflación, o del crecimiento? No. Y, sin embargo, hacen predicciones.

Las expectativas de los economistas no sirven para conocer el futuro. ¿Razón? El futuro será el resultado de las decisiones de miles de agentes económicos, que interactúan en miles de mercados, y no hay quien pueda conocer, a priori, cada una de esas decisiones. ¿Consecuencia? No hay manera de predecir el futuro. A las pruebas me remito, centrando la atención en las dos variables que nos dan una buena imagen de las condiciones generales de la economía: la evolución del crecimiento, medido por el comportamiento de la producción, y la evolución del poder adquisitivo del dinero, medido por el comportamiento del índice de precios.

Todos los meses el Banco de México levanta la Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado, y entre las preguntas que hace están ¿cuál será el crecimiento de la economía? y ¿cuál será la inflación?, respuestas que cambian mes tras mes, muestra de que los encuestados no saben qué pasará en el futuro. Si lo supieran todos tendrían la misma expectativa y esta no cambiaría. No es el caso.

En la encuesta de enero, el promedio de las 40 respuestas a la pregunta por el crecimiento de la economía en 2025 fue 1.07%, 0.20% las más pesimista y 1.70% la más optimista. En la encuesta de junio, el promedio de las 42 respuestas fue 0.13%, menos 0.50% las más pesimista y 0.70% la más optimista. Las expectativas no son iguales y cambian al paso de los meses. ¿Conclusión? Los economistas somos incapaces de predecir el futuro.

En la encuesta de enero, el promedio de las 40 respuestas a la pregunta por la inflación en 2025 fue 3.83%, 4.42% las más pesimista y 3.35% la más optimista. En la encuesta de junio, el promedio de las 42 respuestas fue 4.07%, 4.68% las más pesimista y 3.43% la más optimista. Las expectativas no son las mismas y varían con el paso de los meses. ¿Conclusión? Los economistas no somos capaces de predecir el futuro.

Las expectativas de los economistas no sirven para conocer el futuro, pero sirven para conocer su opinión en torno al futuro, lo cual tiene un cierto valor. En lo que va del año las expectativas de los economistas encuestados han empeorado: la expectativa de crecimiento ha bajado, de 1.07% en enero a 0.13% en junio, y la de inflación ha aumentado, de 3.83% en el primer mes a 4.07% en el sexto, todo lo cual apunta en la dirección equivocada: menor crecimiento combinado con mayor inflación, con la ésta por arriba de la meta puntual del Banco de México (3%), y con aquel por debajo del promedio obtenido entre 2001 y 2024 (1.75%). Requisito de una economía sana: que el crecimiento sea mayor que la inflación. No es nuestro caso.

Supongamos que los economistas fueran capaces de predecir el futuro, por lo que todas las expectativas serían iguales, no cambiarían, y se cumplirían. ¿Qué utilidad podrían obtener los agentes económicos de esa información? Depende de qué información se trate: de la expectativa de crecimiento económico obtendrían poca (¿de qué les sirve saber que la economía, en su conjunto, crecerá X%?), pero de la expectativa del tipo de cambio peso – dólar podrían obtener mucha (sabrían en qué momento comprar dólares y en qué momento venderlos).

El hecho es que los economistas somos incapaces de predecir el futuro, lo cual se demuestra una y otra vez. Y, sin embargo, nos siguen preguntando en torno al mismo.

E-mail: arturodamm57@gmail.com

Arturo Damm Arnal

Estudié economía, filosofía y derecho. Liberal. Profesor universitario. Periodista. Conferencista. Colaborador de @LaRazon_mx y @adn40 .