El movimiento obrero presiona nuevamente el ecosistema laboral mexicano, en los primeros días del año un desafío alarma al sector manufacturero, los empleados sindicalizados de Audi México en el estado de Puebla han paralizado las operaciones de la fábrica al negarse al aumento de 6.5% propuesto por la empresa y buscar uno mayor. Los trabajadores exigen un aumento del 10% y un 5.5% en prestaciones. El aumento que AUDI México propuso supera en un 40% la inflación registrada en el país (4.6). Entre números, como en la vida misma, la percepción cambia según la posición y a los trabajadores les parece oportuna la petición mayor. La planta en México es importante para la armadora alemana, es la única en América, sin contar sus Joint-venture en Brasil. No cuenta con otras plantas en el resto del continente, lo que contrasta con la mayoría de sus fábricas localizadas en Europa y en Asia.
En el año 2023 Audi México ensambló 175,121 unidades, la cifra más alta desde 2016 que inició operaciones fue en 2022 con 178 mil unidades. En los planes de la automotriz se espera empezar a construir autos eléctricos en 2027 en México y dejar su producción de combustión interna en 2033. El complejo actual de Audi en México tiene 200 hectáreas disponibles para ese fin.
La huelga advierte a los sindicatos automotrices en México pues el antecedente inmediato anterior es la huelga en las tres principales armadoras americanas; General Motors, Ford y Stellantis, en la que UAW (United Auto Workers) lograron un aumento salarial del 25%. En México el promedio de la hora laboral en la industria automotriz es de 3 dólares, en EUA y Canadá en promedio 15 dólares. La industria automotriz mexicana es la 7ª a nivel mundial, 22 armadoras de vehículos ligeros instaladas en el territorio nacional emplean a más de 930 mil trabajadores.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) con su Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo advierte la claridad de la expectativa: mejorar la calidad de vida de los trabajadores, ampliar las opciones disponibles, cerrar la brecha de género, revertir los estragos causados por las desigualdades a nivel mundial, entre otros. La propuesta resulta muy interesante: Aumentar la inversión en las capacidades de las personas, aumentar la inversión en las instituciones del trabajo, incrementar la inversión en el trabajo decente y sostenible.
Las autoridades deben sensibilizarse ante el fenómeno, veo tres percepciones que no pueden perderse desde la posición de gobierno; la percepción social de apoyo a los “otros” que difunde los movimientos a otros sectores. La percepción de logro, con movimientos que han concluido en un beneficio muy distante del propio y que se encuentra al alcance de una red social como el americano, y también la percepción de necesidad, en un mundo donde la superación está en función del tener, la prestación palidece ante el ingreso. El fenómeno laboral determina todos los elementos de una cultura que presiona en el éxito por tener, la necesidad de escalar en una pirámide cuyos caminos son angostos y en un mundo que tras COVID19 recordó que existe una profunda desigualdad y el futuro, en casa, no es tan ilusorio y ensoñador como se suponía.