Ya tenemos los datos del Producto Interno Bruto, PIB, para el tercer trimestre del año, que, según se señala en el comunicado del INEGI, “ofrecen, en el corto plazo, una visión oportuna, completa y coherente de las actividades económicas del país”, comunicado que muestra la visión reduccionistas que, con relación a las actividades económicas, tiene el INEGI, compartida por muchos.
El PIB es la producción de bienes y servicios para el consumo final, relacionada con la creación de empleos (para producir alguien debe trabajar), la generación de ingresos (a quien trabaja se le paga por hacerlo), y el bienestar (que depende en buena medida del empleo y el ingreso), producción con la que se mide el crecimiento de la economía, y que es la primera de las seis actividades económicas básicas, por lo que es un error considerar que dichas actividades se limitan a la producción.
Entiendo por actividades económicas aquellas que hay que realizar para lograr la satisfacción de las necesidades (por ejemplo: comer, la misma necesidad para todos), y deseos (por ejemplo: comer carne tampiqueña o pescado a la veracruzana, deseos que son distintos), de las personas, y van, desde la producción de bienes y servicios, que es el medio, hasta su consumo, que es el fin. No puede consumirse lo que no se ha producido, salvo algunas excepciones como el aire que respiramos y la luz solar que nos alumbra. La producción es medio, el consumo fin.
Entre la producción y el consumo, que consiste en disponer del satisfactor para, valga la redundancia, satisfacer la necesidad, se encuentran, por el lado de la producción, la oferta y la venta, y, por el lado del consumo, la demanda y la compra.
Después de producir hay que ofrecer (poner los bienes y servicios a disposición de los consumidores), y después de ofrecer hay que vender (lo que depende de que haya compradores). Antes de consumir hay que comprar (para lo cual, dado que hay que pagar un precio, hay que generar ingreso, para lo cual hay que tener trabajo), y antes de comprar hay que demandar (para lo cual debe haber oferta). Las seis actividades económicas básicas son: producción, oferta y venta, por un lado, demanda, compra y consumo, por el otro, actividades distintas que no hay que confundir.
Puedo producir tortillas y, si lo hago para autoconsumo, no las ofrezco y no las vendo. Si las produzco para la venta las ofrezco, pero si no hay compra, no las vendo. Una cosa es producir, otra ofrecer y otra vender. La decisión de producir y ofrecer depende de los emprendedores, no así la de vender, que depende de los compradores.
Puedo demandar tortillas pero, si no hay oferta, no puedo ni comprar ni consumir. Si hay oferta entonces puedo comprar, pero no necesariamente consumir (¿cuántas cosas compramos que no consumimos, practicando, no el mal llamado consumismo, sino el bien denominado compradurismo?). Una cosa es demandar, otra comprar, otra consumir.
Es un error creer que la actividad económica se reduce a la producción de bienes y servicios, primera de seis actividades, siendo el medio para el fin, que es el consumo. Por ello el comportamiento del PIB, estrictamente hablando, ni remotamente “ofrece, en el corto plazo, una visión oportuna, completa y coherente de las actividades económicas del país”, como lo apunta el INEGI.
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