Suenan las alarmas en EU por la vulnerabilidad de los bancos debido a la situación del mercado inmobiliario, y si bien podría recordarnos otra crisis, la de 2007, en realidad se trata de un fenómeno diferente y quizá mucho peor. En medio de esta coyuntura, a los estadounidenses de a pie se les complica cada vez más comprar una casa.
Esto, por la explosión de las tasas hipotecarias –resultante de las alzas en los tipos de interés que aplica la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos– y una acuciante falta de oferta de vivienda, que causan ya una baja en el número de solicitudes de créditos y, por tanto, de compraventas, una tendencia que se mantendrá en los próximos meses.
El controvertido analista Peter Schiff afirma que los bancos estadounidenses enfrentan hoy un problema mucho mayor que en 2007, cuando la crisis financiera sacudió los cimientos de la economía global. Es posible.
Desde su punto de vista, el escenario actual del mercado inmobiliario en la Unión Americana presenta señales de fragilidad que muchos –en el ámbito financiero convencional– están pasando por alto.
Una de esas señales preocupantes es la disminución en las ventas de vivienda, generada en la medida en que las tasas hipotecarias han aumentado. Según la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios, el Índice de Ventas Pendientes de Viviendas (un indicador basado en la firma de contratos) cayó a su nivel más bajo desde septiembre de 2022.
Durante la crisis de 2007, explica Schiff, el detonante fue una masiva falta de pagos de los prestatarios debido al aumento de las tasas de interés y a los créditos de alto riesgo. En ese entonces los bancos perdieron dinero porque las tasas de incumplimiento se dispararon.
El problema hoy es más insidioso, pues radica en las propias hipotecas (no en los incumplimientos). Los bancos otorgaron préstamos inmobiliarios a tasas de interés excepcionalmente bajas, a menudo por debajo del 3 por ciento, cuando en la actualidad han superado el 7 por ciento, lo cual significa que las instituciones crediticias pierden dinero en cada hipoteca, ya sea que los clientes estén o no haciendo sus pagos.
En 2009, la Fed pudo mitigar –en parte– el impacto negativo al reducir drásticamente las tasas de interés, lo cual permitió que las hipotecas que poseían los bancos aumentaran de valor. Pero hoy la Reserva Federal tiene un menor margen de maniobra debido a la creciente inflación.
Paradójicamente, apunta Schiff, los bancos estarían en una mejor posición si hubiera más incumplimientos, ya que podrían recuperar las casas y revenderlas con hipotecas a tasas de interés más altas.
En este entorno de tasas de interés elevadas, otro desafío para los bancos es la pérdida de depositantes, pues los inversores buscan rendimientos, así que están haciendo retiros de esas instituciones a fin de invertir en mercados de dinero, hoy más atractivos, para prestarle dinero directo al gobierno vía bonos del Tesoro en EU o Cetes, en el caso de México.
Y eso mismo le complica a las empresas privadas obtener créditos, ya que la liquidez se dirige principalmente al gobierno.
“El hecho de que los bancos sigan tomando dinero prestado del programa de rescate de la Fed revela los problemas que están burbujeando bajo la superficie. La crisis es fácil de ver, pero la mayoría de las personas en el ámbito convencional no la ven”, subraya Schiff, y vaya que tiene razón.
Freno al flujo de créditos: el elefante en la habitación
Cabe recordar que las tasas de interés han experimentado movimientos fuertes en los últimos meses. Los rendimientos de los bonos del Tesoro a 10 años durante el tercer trimestre se dispararon 73.5 puntos base y 83.9 los que vencen en 30 años, el movimiento más grande desde el período enero-marzo de 2009.
Preocupado por la vulnerabilidad de las instituciones crediticias de EU, el estratega del Deutsche Bank, Steven Zeng, advierte que la explosión de las tasas de interés en el tercer trimestre ha aumentado en gran medida las pérdidas no realizadas (minusvalías) en las carteras de bonos de los bancos, lo que –no hay que olvidar– ha desencadenado múltiples quiebras bancarias a lo largo del año, como la del Silicon Valley Bank.
Durante el tercer trimestre, expone, los rendimientos de los bonos a 10 años aumentaron en más de 70 puntos base, y los bancos estadounidenses mantenían en sus carteras un total de 5.4 billones de dólares en valores de deuda –principalmente en hipotecas respaldadas por agencias gubernamentales y bonos del Tesoro–, los cuales se habrían devaluado en aproximadamente 140,000 millones de dólares durante el período.
Tengamos en cuenta que al desplomarse el valor de un bono se eleva su rendimiento y, por el contrario, cuando se dispara cae su rentabilidad. Hoy día ocurre lo primero.
Con los bancos acumulando pérdidas no realizadas por un total de 558,400 millones de dólares en el segundo trimestre por la subida de los rendimientos (o sea, por la baja del valor de los bonos), el aumento estimado en alrededor de 140,000 millones en minusvalías llevaría estas cifras a un nuevo récord de 700,000 millones, lo que reduce potencialmente su disposición para prestar y frena el flujo de crédito en la economía.