Como vimos en el anterior Pesos y Contrapesos, la compra de bienes y servicios, de las familias residentes en el país, creció, en términos anuales, en los tres últimos agostos (2017, 2018, 2019), 3.3, 2.6 y 0.1 por ciento, lo cual, dado que el bienestar depende de la cantidad, calidad y variedad de los bienes y servicios de los que se disponga, afecta el bienestar, afectación que se ha agravado en los últimos tres meses. En junio la compra de bienes y servicios creció 1.3 por ciento, en julio 1.0 por ciento y en agosto 0.1 por ciento. La caída en la tasa de crecimiento de dichas compras ha sido considerable, tanto en los últimos dos años, como en los últimos dos meses, puediendo deberse a una causa objetiva y/o a una razón subjetiva.
La causa objetiva es la desaceleración por la que está pasando la economía, que de haber crecido, en promedio trimestral, 2.3 por ciento entre enero y octubre del año pasado, creció/decreció 0.0 por ciento durante los primeros nueve meses de este año, situación que objetivamente, por el lado del empleo y/o de los ingresos, afecta a los agentes económicos, quienes pueden verse obligados a reducir sus compras, como seguramente ha sucedido.
La razón subjetiva, que bien puede tener su origen en la causa objetiva, es la desconfianza que se ha generado entre los agentes económicos, tanto por el lado de la producción, oferta y venta, como por el de la demanda, compra y consumo, lo cual puede llevar a que los consumidores, por precaución, decidan reducir sus compras, no tanto porque ya se han visto afectados por la desaceleración, sino porque no saben si ésta los perjudicará, si perderán su trabajo, si verán reducidos sus ingresos, algo que, en un país en el cual el 18.9 por ciento de la población ocupada se encuentra en condiciones críticas de ocupación (quienes trabajan menos de 35 horas semanales, por razones ajenas a sus decisiones, más a quienes trabajan más de 35 horas a la semana con ingresos mensuales inferiores al salario mínimo, más las que trabajan más de 48 horas semanales cobrando hasta dos salarios mínimos), pesa considerablemente.
Recordemos que el Índice de Confianza del Consumidor, que de 0 a 50 puntos significa desconfianza, y de 50 a 100 confianza (cero significa desconfianza total y 100 total confianza), y que nunca ha estado en zona de confianza, alcanzó en febrero pasado, en 48.5 unidades, la mínima desconfianza. En octubre pasado ya había bajado a los 43.9 puntos. La desconfianza aumentó, lo cual puede ser efecto de la causa objetiva y/o de la razón subjetiva. Por lo pronto la compra de bienes y servicios para el consumo ha caído en picada, afectando el bienestar de las familias, que debe depender, no de lo que el gobierno les dé, sino de lo que puedan comprar.
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