Para vivir como en Dinamarca, con la calidad de vida de ese país, -que se ha vuelto referencia aspiracional en la narrativa del presidente López Obrador-, necesitamos un sistema educativo como el de Dinamarca.
La calidad de vida de un país tiene estrecha relación con valores sociales, hábitos, expectativas ciudadanas y en general con todo el sistema de valores.
La calidad de vida que hoy tienen los países nórdicos, -que incluso han tenido modelos de gobierno socialdemócrata, que es una versión moderna del socialismo-, sustentan su fortaleza en su sistema educativo.
Uno de los más exitosos modelos educativos del mundo es el de Finlandia, que es uno de los países nórdicos. Requiere especial mención que en los estudios globales para medir el índice de “felicidad” de la población, durante varios años este país ha sido considerado el más feliz del mundo. Sin embargo, invariablemente entre las condicionantes de este ánimo colectivo siempre se vincula que tiene uno de los sistemas educativos de mayor calidad, desarrollado e instrumentado a lo largo de veinticinco años, con la participación no solo de pedagogos, sino también de la sociedad.
Lo primero que destaca este modelo como una de sus prioridades es que se enfoca en la igualdad de oportunidades para todos los finlandeses y en la formación de ciudadanos bien informados y capaces.
El tema de fondo que hoy nos preocupa a muchos sectores de la sociedad mexicana es la baja calidad educativa que este gobierno quiere imponer.
La celeridad con que este gobierno ha presentado los libros de texto que debiesen servir de base para el ciclo escolar que está por iniciar, genera graves inquietudes por la forma opaca y sigilosa en que fueron desarrollados, “en lo oscurito”.
No se percibe la participación de expertos en diseño curricular, ni de pedagogos prestigiados que inspiren confianza. Más bien destaca la coordinación de ideólogos radicales, sin experiencia en planificación educativa.
Este instrumento educativo, -que son los libros de texto gratuitos-, por sus contenidos deja claro que persiguen un fin político e ideológica y no la formación integral de ciudadanos con criterio independiente, plenos, y la integración de una sociedad democrática.
Estas herramientas educativas responden a los viejos ideales de la revolución cubana, que siempre tuvo como objetivo manipular las conciencias de los niños para formar una sociedad dependiente de su gobierno.
La calidad de la educación que pretende dar a nuestros niños la 4T con su programa educativo improvisado y hecho sobre las rodillas por gente pequeña, sólo nos alcanzará para tener la calidad de vida de Cuba, Venezuela y Nicaragua, que es a nivel de sobrevivencia. Países con una economía inexistente, pues su productividad es nula. Sin embargo, ese modelo político es la referencia y aspiración de quienes hoy dirigen la Secretaría de Educación Pública.
La soberbia de la titular de la Secretaría de Educación Pública al afirmar que los libros de texto a como dé lugar se entregarán en este ciclo escolar, -no obstante que exista un amparo emitido por un juez para frenar la distribución, a partir de la solicitud de la Unión Nacional de Padres de Familia-, le impide ver que el desacato a un mandato judicial es un grave delito que puede tener graves consecuencias para ella.
La violencia que se vive hoy en el país, con desaparición de personas, cuadrillas de pobladores que bajan a las autopistas para bloquearlas y asaltar a los automovilistas, el incremento del consumo de drogas por parte de nuestros jóvenes, así como un incremento de conductas delictivas, nos refleja una crisis de valores que se ha agravado durante estos últimos años y esto se deriva de la pauperización del modelo educativo, que ya es un modelo obsoleto frente a los retos de esta nueva sociedad que se mueve a través de las redes sociales y genera contenidos que hoy saturan al ecosistema informativo.
El centro de las nuevas confrontaciones políticas será la educación, que es la gran batalla por México.