Mientras la inflación sigue galopante, el dólar se ha fortalecido a máximos de 20 años. Son contadas las excepciones a esto, entre las que encontramos al peso mexicano, que gracias a la escalada del precio del petróleo se sostiene con un tipo de cambio por debajo de las 20 unidades.
En cambio, el Índice Dólar (DXY), que es una medida del valor del billete verde en relación con una cesta de monedas extranjeras importantes, marcó su nivel más alto desde diciembre de 2002, demostrando así su estatus de moneda de reserva o “refugio” ante los temores de una inminente recesión y el ciclo alcista de tasas de interés que han comenzado los bancos centrales del mundo.
Desde una perspectiva histórica, el dólar podría todavía subir mucho más frente a otras divisas importantes como el euro o el yen japonés. De hecho se espera la posible paridad uno a uno frente al euro por primera vez en dos décadas. El lento crecimiento, la elevada inflación en Europa, la guerra entre Rusia y Ucrania, y las interrupciones en la cadena de suministro globales y en el viejo continente, serán un lastre para la divisa única europea.
Como puede ver, la incertidumbre económica global está generando un mayor apetito por activos refugio, aparentes como el dólar y reales como el oro físico.
Entonces, ¿qué le espera al precio del oro?
La incertidumbre ha demostrado una vez más que el dólar, pese a ser una divisa esencialmente corrompida y condenada por la infinita creación de dinero y crédito, sigue y seguirá siendo durante mucho tiempo la divisa a la cual los capitales huyen en momentos de nerviosismo y crisis.
Algún día perderá su hegemonía, y de eso, hay muchas pistas en el mundo actual. Mientras tanto, habrá dólar para rato.
Muchos inversionistas, en especial aquellos que ponen su dinero en activos de riesgo como las criptomonedas y las acciones en las bolsas de valores, pueden sentirse frustrados por la fortaleza de la divisa norteamericana, pues presiona a la baja a los instrumentos más especulativos. ¡Es inevitable! A todos esos inversores hay que decirles: “No se preocupen, mejor ocúpense de acumular oro mientras siga a precio de ganga, porque volverá a dispararse como ya ocurrió en la primera década del siglo XX.”
Aquí vale la pena recordar lo que ocurría en 2002 cuando teníamos los mismos niveles que estamos observando hoy en el Índice Dólar: en ese entonces una onza de oro costaba alrededor de $280 dólares, y tan sólo 10 años más tarde, en 2012, el metal precioso se había disparado ya casi 600 por ciento al marcar un nuevo máximo histórico por encima de los $1,900 dólares la onza.
La enorme diferencia es que, esta vez, se ha inyectado la mayor liquidez de la historia monetaria global tras la crisis por la pandemia de Covid-19. A causa de las posturas monetarias de los bancos centrales y la enorme expansión de la deuda de los gobiernos del planeta, el aumento relativo del precio del oro en términos de dólares – y de todas las divisas fíat (de papel)- superará con creces el movimiento que se produjo de 2002 a 2012. Lo mejor del “rally” alcista del oro, está todavía por venir.