El miércoles concluirá la última reunión del año del Comité de Mercado Abierto (FOMC) de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, el banco central más importante del mundo. Lo destacado es que tras su encuentro de dos días harán una presentación de su Resumen de Proyecciones Económicas para 2022.
Aunque por ahora está descartado cualquier anuncio de un incremento de tasas de interés, es un hecho que esa autoridad monetaria que preside Jerome Powell, hará un ajuste y acelerará el paso del “tapering” (reducción) de los estímulos monetarios extraordinarios que lanzó tras la crisis por la pandemia.
Originalmente se preveía que el recorte fuera de 15 mil millones de dólares (mdd) mensuales, con lo que tomaría 8 meses eliminarlo por completo. Recordemos que la inyección extraordinaria de dólares a la economía mundial hasta octubre de este año fue de 120 mil mdd al mes. Como en noviembre inició el “tapering”, el plan inicial era que el estímulo quedara retirado en junio de 2022.
Sin embargo, tras los preocupantes datos de inflación en la Unión Americana y otras partes del mundo – incluido México- podemos estar seguros no sólo de que la Fed adelantará el fin del estímulo, sino que el año que entra habrá al menos dos o hasta tres alzas de tasas de interés. ¡Malas noticias para los mercados emergentes!
El mes pasado la inflación estadounidense alcanzó una tasa anual de 6.8 por ciento, la más alta en 40 años, mientras que en México en el mismo periodo fue de 7.37 por ciento anual, nivel no visto en más de 20 años.
Aunque las siempre optimistas autoridades financieras y monetarias – así como algunos analistas de grandes instituciones- insisten en que la inflación comenzará a atenuarse en el primer trimestre de 2022, la realidad es que los “cuellos de botella” en las cadenas globales de suministro seguirán sin resolverse. ¡Y no pueden solucionarse con política monetaria!
Lo que eso significa es que aunque en los próximos meses veamos una pérdida de presión en los índices de precios al consumidor y al productor, la tendencia mayor seguirá siendo al alza. ¿Por qué?
La razón es que tras el colapso económico que los gobiernos – no la pandemia- provocaron con sus cierres forzosos de actividades en 2020 y 2021, millones de empresas y empleos fueron destruidos.
Con el regreso a la actividad la demanda ha vuelto con toda su fuerza, mientras que la oferta no está ahí para avanzar al mismo ritmo. ¡Se puede destruir la economía por decreto, pero no es posible reconstruirla de la misma manera!
Por si eso fuera poco, las arcaicas ideas monetaristas y keynesianas que continúan prevaleciendo entre los tomadores de decisiones – sobre todo en países desarrollados-, los llevaron a querer resolver una crisis creada de forma artificial, con la única y rancia receta que conocen: gasto público, depresión de tasas de interés e inyección masiva de dinero a la economía. Tan absurdo como querer apagar un incendio con gasolina.
Así, mientras que la Fed se tardó 6 años – de agosto de 2008 a agosto de 2014- en inyectar 3.2 millones de millones de dólares, esta vez sólo le tomó 2 años – de septiembre de 2019 al mismo mes de 2021- disparar la misma cantidad de billetes verdes. A eso hay que sumar todavía la presión desde el lado de la demanda que provocarán los planes de gasto social y de infraestructura del presidente Biden, que en conjunto ascenderán a cerca de 3 millones de millones de dólares.
Con los mayores “estímulos” de la historia, una cadena de suministro entrampada y una economía que no levanta, debemos anticiparnos al inevitable resultado de la estanflación (estancamiento con inflación).
El peligro más grande para quienes vivimos en países en vías de desarrollo es que estos y sus respectivos mercados financieros, sufrirán aún más la presión que ejercerá la huida de los inversionistas hacia la seguridad.
Y es que nadie quiere quedarse en divisas y mercados cuyos valores se desplomarán como tendencia ante la inflación, mientras que los inversores más avezados seguirán huyendo en estampida hacia la protección de activos refugio, aparentes como el dólar y reales como el oro físico.
El círculo vicioso de inflación–huida hacia activos refugio– depreciación cambiaria y más inflación, se seguirá retroalimentando de manera peligrosa.
Si bien el dólar y el peso mexicano estarán aún a años luz de la hiperinflación venezolana, seguiremos rompiendo récords inflacionarios no vistos en décadas.
En suma: en 2022 los precios y el tipo de cambio continuarán deteriorándose en economías emergentes para desgracia de quienes se crean el cuento de que la pérdida de valor de su dinero será “temporal”. En realidad, está en una peligrosa trampa, de la que no hay escapatoria. La resaca de las malas decisiones de nuestros políticos las pagaremos todos.