La principal tarea del Poder Legislativo es hacer leyes, muchas de las cuales pretenden normar la conducta de los agentes económicos, tanto por el lado de la producción, oferta y venta de bienes y servicios, como de la demanda, compra y consumo, conducta que está normada por las leyes naturales de la economía, que son anteriores y superiores al ser humano. Anteriores: no fueron hechas por él. Superiores: no puede violarlas impunemente.
Un buen ejemplo de las leyes naturales de la economía es la Ley de la Utilidad Marginal Decreciente, que dice así: cada unidad adicional consumida de un bien produce una utilidad (beneficio, satisfacción), menor que la anterior. Por ejemplo: cada taco al pastor adicional que nos comemos nos produce una utilidad menor porque satisface una necesidad menor. Conforme vamos comiendo tacos se nos va quitando el hambre, por lo cual cada taco adicional satisface un hambre menor, por lo cual nos reporta una utilidad menor, hasta llegar al momento en el cual, por haber quedado satisfechos, dejamos de comer.
La Ley de la Utilidad Marginal Decreciente no es prescriptiva, no prescribe cómo debemos actuar. Es descriptiva, describe cómo actuamos, por lo que no fue creada, sino descubierta. Además no puede violarse impunemente: si comes más tacos de los necesarios para satisfacer el hambre acabas con indigestión estomacal. Sí puede violarse, pero no impunemente. En el pecado llevas la penitencia.
¿Qué sucede cuando se promulgan leyes positivas, hechas por los legisladores, y por lo tanto posteriores (hechas por el ser humano), e inferiores al ser humano (pueden violarse impunemente, como sucede, por ejemplo, con los reglamentos de tránsito), contrarias a las leyes naturales?
¿Qué pasaría, por ejemplo, si en apoyo a la industria del taco al pastor se promulgara una ley que obligara a todos los mexicanos a consumir veinte tacos al pastor, tres veces al día (desayuno, comida y cena), los siete días de la semana, las 52 semanas del año? ¿Cuál ley acabaría imponiéndose? ¿La ley natural de la utilidad marginal decreciente o la ley positiva (y en esta caso también positivista), en apoyo a la industria del taco al pastor? La primera.
La ley en apoyo a la industria del taco al pastor sería injusta e ineficaz. Injusta, porque no reconocería el derecho a la libertad individual para que cada uno decida cuántos tacos comerse. Ineficaz, porque no daría los resultados deseados, la gente no la cumpliría, injusticia e ineficacia que son las razones por las cuales no se promulga la ley en apoyo a la industria del taco al pastor.
Cuidado cuando, en el ámbito de la economía, se promulgan leyes positivas contrarias a las leyes naturales como, desafortunadamente, sucede.
Cuidado cuando, en el ámbito de la economía, se promulgan leyes positivas contrarias a las leyes naturales como, desafortunadamente, sucede.
No conozco un caso, y no creo que lo haya, en el cual se haya promulgado una ley tan injusta e ineficaz, ¡absurda!, como lo sería la ley en apoyo a la industria del taco al pastor, que obligara a todos a consumir veinte tacos al pastor, tres veces al día, los siete días de la semana, las 52 semanas del año, ley positiva (posterior e inferior al ser humano), contraria a la ley natural de la Utilidad Marginal Decreciente (anterior y superior al ser humano). Pero hay otros casos, no tan absurdos, pero igualmente injustos e ineficaces, que si tienen lugar. Pongo un ejemplo.
En el tercer párrafo del artículo 28 de la Constitución (uno de los artículos más contradictorios: tiene cosas muy buenas y cosas muy malas), leemos que “las leyes fijarán bases para que se señalen precios máximos a los artículos, materias o productos que se consideren necesarios para la economía nacional o el consumo popular”, lo cual, de llevarse a la práctica, algo que por lo general (todavía) no sucede, violaría las leyes de la oferta y la demanda, leyes naturales, anteriores y superiores al ser humano, no prescriptivas sino descriptivas, no creadas sino descubiertas, cuya violación distorsiona los mercados. En el caso de los precios máximos, impuestos por la autoridad por debajo de los precios de mercado, que son los acordados por los oferentes y demandantes, y cuyo resultado es el equilibrio en oferta y demanda, se genera escasez: a ese precio, el máximo, la cantidad demanda resulta mayor que la cantidad ofrecida, por lo que hay demandantes insatisfechos.
Cuidado cuando, en materia de economía, se promulgan leyes positivas (precios máximos), contrarias a las leyes naturales (leyes de la oferta y la demanda), como puede suceder. Los resultados son contrarios a las intenciones.
Las reflexiones anteriores vienen a cuento porque en unas semanas vamos a elegir diputados que, entre cosas, harán leyes relacionadas con la economía, y la pregunta es si saben de economía, si conocen las leyes naturales de la economía, si entienden la lógica económica. Si no, no deberían tener derecho a ser electos como legisladores, por más antidemocrático que esto suene.
Para terminar recuerdo a Adam Smith, quien consideraba a la economía política como “una rama de la ciencia del hombre de estado o legislador”, y también a Louis Dembitz Brandeis quien, parafraseándolo, consideraba que legislador (en el original dice abogado) “que no tenga estudios de economía, muy probablemente se convertirá en un enemigo público”.
Quien quiera ser legislador debería leer, ¡y entender!, estas dos obras de Federico Bastiat: El Estado y La Ley.
E-mail: arturodamm@prodigy.net.mx
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